Me quedé en silencio unos segundos y él cortó la llamada de golpe.
Me dejé caer en el sofá, cansada y con la mente hecha un lío.
Yo había pensado que cuando regresara a Ruitalia, primero debía encontrar la forma de quedar embarazada de Mateo otra vez.
Si lo lograba, entonces podría irme con Luki y Embi en silencio.
Así trataría la enfermedad de Embi y al mismo tiempo me libraría de los problemas con Mateo.
Pero justo ahora me doy cuenta de que todo se había salido de mi plan.
Ya no era solo cuestión de un tercer embarazo: ahora Mateo no estaba dispuesto a soltar ni a Luki ni a Embi.
¿Qué iba a hacer?
Si llegaba a tener otro hijo, ¿podría de verdad irme de Ruitalia con los tres?
Y si me quedaba, la muerte de su madre siempre sería una espina clavada en lo nuestro, un odio que lo perseguía y que tarde o temprano nos destruiría a ambos.
Cerré los ojos y me recosté en el sofá, sintiendo el corazón pesado.
Las dos semanas siguientes, los niños vivieron en casa de Mateo y ya empezaban en el