Como estaba cerca, escuché la voz del teléfono con toda claridad.
La voz de Alan seguía con ese aire despreocupado y burlón.
—¿Dónde estás? Te invito a comer algo de madrugada.
—¡No! —respondió Valerie con fastidio.
—Si me invitas sin razón, seguro que tramas algo.
Yo me tapé la boca para no reírme.
Alan se mostró molesto:
—¿Eso es lo que piensas de mí? ¿Me ves como un mal tipo?
—Sí, ¡lo eres! —le contestó Valerie sin piedad.
No pude contener la risa.
Quizá Alan se enojó más; se quedó en silencio unos segundos antes de hablar:
—Vamos, acompáñame a comer, considéralo un agradecimiento por ayudarme a golpear a Carlos hoy.
Valerie respondió:
—Mejor no. ¿No dijiste que me equivoqué de persona y golpeé al que no era? Pues tenías razón, el que quería golpear eras tú.
Ay, me dolía la panza de tanto reírme.
Alan se quedó sin palabras.
Valerie, impaciente, dijo:
—Ya basta, ve solo a comer, yo no voy.
—Anda, no seas así. Comer solo es aburrido, acompáñame. Voy a recogerte —la voz de Alan se oyó