—¿Y después qué pasó, que Alan aprovechó para abusar de ti? —pregunté con rabia, sin poder creer que Alan fuera capaz de algo así.
Valerie apretó los labios y respiró hondo antes de decir:
—Fue mi culpa. Perdí en el juego y, cuando trajeron lo que me tenía que tomar, él solo dijo “toma tranquila, si te emborrachas yo estoy aquí”. Yo le creí y bajé la guardia, así que me los bebí todos. No sé cómo terminé yendo con él, solo recuerdo que desperté hasta la tarde del día siguiente. La cama estaba hecha un desastre, y la ropa, tirada por el suelo.
En ese momento él ya no estaba en la habitación, solo me había dejado una nota y una tarjeta de crédito.
Cuando la escuché, me llené de ira.
—¿Una tarjeta bancaria? ¿Y eso qué significa?
—En la nota escribió que ahí había quinientos mil dólares, y que si no era suficiente, podía pedirle más —dijo Valerie antes de derramar un par de lágrimas, entre frustrada y dolida.
—Aurorita, dime tú, ¿qué se cree? ¿Qué soy para él?
—¡Exacto! —le pegué una patad