Después de dormir a Embi y Luki, me quedé en la sala del primer piso esperándola.
Después de esa siesta de la tarde, por fin se me había bajado la fiebre.
Como había dormido demasiado durante el día, ya no tenía sueño.
Cuando vi a Valerie entrar con la cabeza agachada, en seguida la llamé.
Con una voz no muy alta, logré asustarla tanto que casi se le sale el alma.
Al notar lo distraída que estaba, no pude evitar preocuparme. La jalé para que se sentara a mi lado:
—¿Qué te pasa? ¿Ocurrió algo?
Valerie desvió la mirada y abrazó con fuerza su bolso, murmurando con inseguridad:
—No, no pasó nada...
Esa forma de titubear y dar vueltas no era para nada común en ella.
Recordé que ayer en la tarde había salido a cenar con Alan, y cuando me llamó en la noche se escuchaba un montón de ruido y ella se oía molesta. Eso me dejó intranquila.
Le pregunté directamente:
—¿Ayer te peleaste con Alan? ¿Él te hizo...?
—No, no hubo ninguna pelea, él... él no me hizo nada. Voy a subir a bañarme, Aurorita, de