No, no quiero ver a papá... no... —Embi, que antes se aguantaba con los labios apretados, ahora rompió en llanto.
Puso a Alan tan nervioso que no sabía qué hacer.
Los empleados también se quedaron mirando atónitos.
—Señor Ferrucho, esos dos niños son...
—Son de tu patrón, ¿y qué esperan? Consigan algo para calmarlos.
—Ah, ah... — al oír esto, se sorprendieron y se alegraron, y de inmediato comenzaron a buscar por toda la casa algo para entretener a los niños.
Pero después de un rato, no encontraron nada que sirviera.
Embi lloraba con hipo, sus ojitos y su nariz estaban completamente rojos.
Luki no lloraba, pero su carita regordeta estaba seria y tensa, con una actitud que recordaba mucho a la de su papá.
Alan pensó que ya era caso perdido; seguramente esos dos niños ya odiaban a su papá.
Ese Mateo también era demasiado: ya de por sí los niños estaban resentidos con él, y ahora, para empeorarlo, ni siquiera aparecía.
Mientras más lo pensaba, más enojado se ponía.
Sacó su celular rápido