Mateo tembló un poco. Sus ojos se pusieron rojos al instante, llenos de dolor y un odio aterrador.
Me tocó la barbilla y dijo, con una voz triste, llena de culpa:
—Sabes que te quiero, sabes que no podría matarte. Por eso me desafías, ¿no? Aurora, ya te dije antes, eres muy mala y lo comprobaste. No te voy a matar, pero no quiero verte más.
Al terminar, me soltó y dio dos pasos atrás. Le dijo a Asher:
—Llévatela.
Dicho eso, ni me miró y se volteó para atender a Camila.
Asher se acercó y con la mano me indicó que saliera.
No me moví, solo seguí viendo a Camila, tirada en el suelo, retorciéndose de dolor.
Alan le presionaba la herida mientras marcaba al número de emergencias.
Ella tomaba la mano de Mateo y me miraba, asustada:
—Mateo, ella... está loca...
—Mató a tu mamá y... a su propia mamá, pero... ¿por qué... por qué quiere que yo también muera?
Aunque estuviera herida, Camila seguía fingiendo inocencia.
Apreté el cuchillo en mis manos, queriendo apuñalarla otra vez.
Asher notó mis