En ese instante, bajo las miradas atónitas de todos, saqué del bolsillo el cuchillo que tenía escondido y me giré para apuñalar a Camila, que estaba detrás de mí.
Todo ocurrió demasiado rápido.
No fue hasta que la sangre comenzó a brotar a borbotones de su abdomen que la gente reaccionó.
En un instante, gritos, voces de terror y pasos resonaron por todas partes; el lugar se volvió un caos todos corrían
Camila, pálida de dolor, me miraba incrédula.
—¡Muérete! —le dije con rabia.
Con una sonrisa, le saqué el cuchillo con fuerza, lista para volver a apuñalarla.
Pero, de repente, una mano me agarró violentamente, y de pronto alguien me sujetó del cuello, empujándome contra la pared.
Era Mateo.
En ese momento, Asher también reaccionó y, junto a los guardias, empezó a evacuar a los que habían venido al velorio.
En poco tiempo, en el gran salón solo quedaban unas pocas personas de confianza.
Mateo me miró y preguntó con un tono feroz:
—¿Sabes lo que estás haciendo?
—Vengarme —le respondí y so