En ese instante, escuché una voz conocida detrás de mí.
Me di la vuelta despacio y, entre la nieve y el viento, vi a Javier bajarse del carro y caminar rápido hacia mí.
Me miró, sorprendido:
—¿Qué haces aquí?
Cuando vio mis manos llenas de sangre, su cara cambió al instante. Me agarró la mano, preocupado:
—¿Qué pasó? ¿Te lastimaste? Aurora, habla, ¿qué te hizo Mateo?
Lo miré, confundida:
—¿Tú también lo crees? Crees que maté a su mamá, ¿verdad?
—Vamos, yo te llevo.
Javier me tomó de la mano para llevarme al carro.
Abrí los ojos, le solté la mano de un tirón y le dije, sonriendo:
—¿Entonces tú también crees eso?
Javier miró a otro lado y dijo en voz baja:
—Todos dicen que lo hiciste por tu mamá, que robaste el riñón de su madre a escondidas.
Al ver su cara, supe que él también creía esos rumores.
Me dio una tristeza enorme y no pude evitar reír.
—Pues te digo algo. La que mató a la mamá de Mateo y a la mía fue tu querida hermana, Camila.
Cuando le dije e