Pero, si los tuviera, ¿cómo ella sería capaz de criarlos?
Ni siquiera puedo con mi vida, ¿cómo voy a cuidar de dos bebés?
Además, ya decidí cortar todo con la cárcel que era Mateo. Ahora, con dos bebés suyos, ¿no serían dos cadenas para toda la vida?
Mientras más pensaba, más se me enredaba la cabeza. Me tapé la cara sin saber qué hacer.
Valerie me dio unas palmadas en la espalda para calmarme:
—Aurorita, no te pongas así. Que lleguen estos dos bebés es una señal del mismísimo cielo.
—¿Por qué debes tener miedo? Yo voy a ser su madrina, los vamos a criar juntas.
La miré, emocionada.
—¿Y si Mateo se entera? ¿Y si viene a quitármelos?
—Nos escondemos. Cuando nazcan, nos vamos al otro lado del mundo, a donde no nos pueda encontrar.
Valerie suspiró:
—Todo sería más fácil si tuviéramos plata. Podríamos escondernos tranquilas y cuidar de los bebés.
Tenía razón. Si tuviéramos dinero, podríamos irnos a otra ciudad.
Pero la realidad era otra. No tenía ni tres mil dólares.
Pensar en eso me dio m