Pero, si los tuviera, ¿cómo ella sería capaz de criarlos?Ni siquiera puedo con mi vida, ¿cómo voy a cuidar de dos bebés?Además, ya decidí cortar todo con la cárcel que era Mateo. Ahora, con dos bebés suyos, ¿no serían dos cadenas para toda la vida?Mientras más pensaba, más se me enredaba la cabeza. Me tapé la cara sin saber qué hacer.Valerie me dio unas palmadas en la espalda para calmarme:—Aurorita, no te pongas así. Que lleguen estos dos bebés es una señal del mismísimo cielo.—¿Por qué debes tener miedo? Yo voy a ser su madrina, los vamos a criar juntas.La miré, emocionada.—¿Y si Mateo se entera? ¿Y si viene a quitármelos?—Nos escondemos. Cuando nazcan, nos vamos al otro lado del mundo, a donde no nos pueda encontrar.Valerie suspiró:—Todo sería más fácil si tuviéramos plata. Podríamos escondernos tranquilas y cuidar de los bebés.Tenía razón. Si tuviéramos dinero, podríamos irnos a otra ciudad.Pero la realidad era otra. No tenía ni tres mil dólares.Pensar en eso me dio m
Me quedé totalmente rígida, sintiendo cómo mi cara se ponía pálida.¿Qué voy a hacer ahora?En esa ecografía está mi nombre. Si Mateo la levanta y ve que estoy embarazada, ¿de seguro me quita los bebés?La última vez, en la casa de los Bernard, quiso que me embarazara porque su abuela quería un bisnieto.Si se entera, ¿me encerrará como si fuera una máquina de hacer niños?Cada posibilidad me hacía sentir peor.Quise correr a recoger la ecografía, pero Mateo ya la había visto y estaba agachado para levantarla.Me tapé la boca, temblando, con mil ideas cruzándome por la cabeza.Justo en ese momento, Camila corrió hacia él, le tomó el brazo y dijo:—Mateo, te equivocaste otra vez, mi consulta no es aquí, esta es la sala de maternidad.—¿Ah, no lo sabía?Mateo contestó tranquilo, mirando hacia donde yo estaba.Me escondí de inmediato, muerta de miedo.Camila le preguntó:—¿Qué tanto miras?—Nada, pensé que vi a un conocido —dijo él, y luego murmuró como para sí—: Pero no puede ser ella.—
Me reí muchísimo y hablé:—No hace falta, estoy embarazada, no soy una inválida que no puede caminar. Además, ¿sabes lo caro que es un hotel? Yo tengo dónde quedarme.—¡No puede ser! Cuando me dijiste dónde vivías, supe que era un sitio bastante feo. Tienes que mudarte. Si el hotel es caro, alquilamos un departamento cerca.—No es necesario —le dije mientras la abrazaba, emocionada—. Tenemos que ahorrar, ser muy prudentes con los gastos. El lugar donde estoy está bien, la gente es tranquila, no te preocupes.Valerie suspiró:—Qué lástima que sea una extra. ¿Cuándo será el día que me toque ser la protagonista? Cuando llegue el día de mi suerte, te compro una mansión.—Vas a lograrlo muy pronto —le dije mirándola de frente—. Vas a ser una estrella, una muy brillante.En serio, Valerie tiene un talento increíble para actuar. Desde que se graduó, ya varios directores la querían. Tenía un futuro brillante.Pero su madrastra le arruinó la vida mandándola al extranjero, y cuando volvió, ya la
Me incliné, confundida, a punto de preguntarle qué pasaba, cuando Valerie me hizo una seña para que guardara silencio. Cerré la boca al instante.Valerie sonrió, tranquila, y dijo por el celular:—Ah, ya veo, señor Bernard.Sentí muchos nervios.¿Señor Bernard?¿Mateo?Vi la reacción de Valerie y supe que era él.¿Qué hacía Mateo llamándola?Valerie me miró de reojo y puso el altavoz.Contuve la respiración mientras miraba el celular.La voz de Mateo, más grave que nunca, se escuchó fuerte:—¿Sabes dónde está viviendo Aurora?Me quedé tiesa, sin poder moverme.Mateo había conseguido llegar a mí por medio de Valerie.Ella, que sabía actuar como nadie, enseguida se metió en el papel.Con tono preocupado, dijo:—¿Qué pasó con Aurorita? ¿Nada qué aparece? ¡Ella no me ha buscado! Mateo, ¿qué le hiciste? ¿Acaso tuvieron otra discusión y se dejaron?La miré asombrada y levanté el pulgar, su actuación era espléndida.Su tono sonaba tan real que casi me lo creía yo también.Valerie me dedicó un
—Será mejor que en estos días no hablemos. Mientras Mateo no tenga pistas, no va a sospechar dónde estás.Valerie me miró, preocupada.Le di una palmada en el hombro y sonreí:—Te afanas de más, lo peor que puede pasar es que me quede encerrada en el departamento unos días.Valerie hizo una mueca:—Como digas, pero si pasa algo raro, me avisas enseguida.—Y tú también. Si Mateo manda a alguien a buscarte, avísame apenas puedas.Ahora mismo lo que más me asusta es que Mateo quiera lastimar a alguien cercano para obligarme a salir.Espero que no esté tan loco como para hacer eso.Valerie me acompañó hasta el auto antes de irse.No había pasado mucho tiempo cuando mi hermano me llamó.Me preguntó, preocupado:—Aurorita, ¿ahora qué pasó con Mateo? ¿Por qué me llamó?Sentí que el corazón se me apretaba. Mateo estaba interrogando a todos los que conocía.Pregunté enseguida:—¿Le diste mi número o mi dirección? Dime que no.—¡Obvio que no! Eso se sabe —dijo mi hermano, indignado—. Ese tipo ti
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y