De inmediato, grité:
—¡¿Cómo rayos voy a estar embarazada?! ¡Es imposible, no puede ser!
Valerie me miró, sonriendo, como si mi reacción fuera un chiste:
—Mira cómo te pones, solo estoy suponiendo, es molestando.
Hizo una pausa y agregó:
—Aunque, bueno… siempre es posible que el embarazo puede causar náuseas. Igual también puede ser que anoche el alcohol te jodió el estómago.
—Ajá, debe ser eso, el alcohol me cayó mal, no hay ninguna forma de que esté embarazada —contesté, sintiendo un escalofrío mientras me tocaba la cara.
Valerie me agarró la mano y preguntó:
—¿Te asusta la idea?
—Obvio que me asusta. Estoy tratando de cortar todo con Mateo, ¿cómo voy a tener un hijo suyo ahora?
—¿Y si por pura casualidad lo estás? ¿Qué harías?
—¡Eso nunca va a pasar! —dije firme, aunque por dentro algo se movió.
Recordé aquella vez en casa de los Bernard, cuando no nos cuidamos.
Ya pasaron casi dos semanas, y mi periodo está atrasado más de cuarenta días.
Pensé que era por el estrés, por los cambios