La risa burlona de Waylon se escuchó por el teléfono.
—Aurora, ¿te la estás pasando bien con los fuegos artificiales?
¿Cómo sabía que estaba viendo los fuegos artificiales?
—¿Tienes a alguien vigilándome? —pregunté, muy molesta.
—Ay, no lo digas así, suena feo —respondió, con un tono fingidamente dulce.
—Solo mandé a alguien a echar un vistazo para asegurarme de que cumplas tu promesa. No me gusta que digan que hago tratos injustos. Ya sabes que nunca hago negocios para perder. Y si no cumples… bueno, sabes cuáles serían las consecuencias.
Su voz se oía ligera, casi divertida, pero la amenaza detrás era clara.
—Tranquilo —dije con seriedad.
—Hice un juramento y lo voy a cumplir. No hay motivo para que te pongas nervioso. Hoy es Navidad. Te dije que iba a ser después de Navidad.
—Je, je, no estoy nervioso —se rio él, perverso.
—Solo quería recordártelo… y, de paso, desearte una feliz Navidad.
—El deseo te lo puedes guardar. Estaba pasándola bien hasta que llamaste. Me arruinaste el mome