Mateo sonrió con cierta amargura.
—Con lo tranquilo que estuvo él, parece que el ladrón resulté ser yo.
—¿Ah? —lo miré sin entender.
Él me revolvió el pelo suavemente y suspiró.
—Un ladrón que le quitó su amor, que le arrebató su felicidad.
—¡No digas tonterías! —me molesté y lo interrumpí—. ¿Otra vez hablando sin sentido? Ten cuidado o te pego.
Mateo se rio un poco y me acercó a su pecho.
—Está bien, no lo digo más. Tú eres mía, y solo mía, pase lo que pase.
Lo miré de reojo, satisfecha.
Así estaba bien.
Si seguía torturándose con ideas como esas, iba a terminar en un callejón sin salida.
En la sala principal había un gran reservado donde Samuel y varios del equipo de rodaje estaban reunidos.
Mateo quería sentarse conmigo en un rincón más tranquilo, pero Samuel nos hizo señas para que nos acercáramos.
Eché un vistazo a la mesa.
Por suerte Camila no estaba allí.
De lo contrario, no habría tenido ganas de acercarme.
Nos sentamos, y en ese momento llegaron Valerie y Alan, sudando después