—¿Ah, sí? —Mateo se rio, seco—. Entonces voy a dar mi vida para devolver el favor, ¿te parece bien?
Cuando oí eso, sentí un vuelco en el pecho y lo miré con alarma.
Mateo me dio unas palmadas en el hombro, como para calmarme, y luego volvió su mirada severa hacia Camila.
—Si de verdad insistes en que te devuelva el favor —dijo con serenidad—, está bien.
Camila lo miró, incrédula, con la cara empapada en lágrimas y los ojos inyectados en sangre.
Pero lejos de dar lástima, su expresión tenía algo demencial.
De repente, se puso furiosa y me gritó:
—¡Todo es tu culpa!
—¡Basta! —Javier la agarró de inmediato, con la voz llena de amargura—. ¿Aún no entiendes? Mateo preferiría morir antes que tener algo contigo, ¿y tú sigues obsesionada? ¿Qué tiene de malo Carlos? ¡Él te ama de verdad, hace todo por ti! ¿Por qué siempre te aferras a lo que no es tuyo?
—¿Carlos...? —Camila murmuró ese nombre, y de repente pareció recordar algo.
Se giró bruscamente.
Allí estaba Carlos, de pie no muy lejos, obse