—Hola, Aurora. ¿Me llamaste por algo? Estaba en el avión hace un momento y tenía el teléfono apagado —dijo Alan.
—¿Le pasó algo a Mateo? —pregunté, seria.
Alan se quedó callado un momento y después sonrió:
—No pasó nada. ¿Qué te pasa a ti? ¿Tuviste una pesadilla o te estás imaginando cosas?
—Lo llamé y no contestó —le dije.
—Eh... debe estar ocupado o dormido. Ya sabes que hay diferencia de horario con Ruitalia. Vamos, Aurora, no te preocupes. Él...
—¡Ya basta! ¿Puedes decirme la verdad? —lo interrumpí molesta, sintiéndome desesperada.
Alan se quedó callado de inmediato. Después de un largo rato dijo:
—No, allá de verdad no pasó nada. No te preocupes. Cuídate. Ah, y los pequeños tampoco tienen problemas. No te preocupes, están bien.
—¿Y tú? ¿Por qué tuviste que irte de noche para allá?
De verdad me irritaba esa actitud de ellos. Pensaban que ocultándome la verdad me protegían.
Mientras más ocultaban, más ansiosa me ponía yo.
Alan sonrió sorprendido:
—¿Qué dices, Aurora? ¿Valerie no te