Capítulo 1042
De repente, empecé a llorar.

El pecho me dolía tanto, como si alguien me estuviera pisando el corazón.

—¡Siempre te crees con derecho a decidir por los demás! —le dije, entre sollozos.

—Ya quieres dejarme. Quieres alejarte. ¿Y yo por qué me voy a preocupar por ti? ¡Qué risa! Te lo digo claro: ¡yo solo me preocupo por los niños, no por ti!

—Cof... cof... —escuché a Mateo tratar de contener su tos.

Su respiración sonaba agitada y nerviosa.

Apreté el celular sin darme cuenta. Después de un rato hablé en voz baja:

—Mateo, ¿hacemos una videollamada?

Hubo silencio dos segundos. Entonces Mateo respondió en voz baja:

—Ahora me es un poco incómodo. Mejor hablamos por teléfono.

Sonreí con amargura:

—¿Incómodo? ¿Qué incómodo? ¿Tienes a otra ahí o qué?

—¡Aurora! —me gritó Mateo de repente.

Después volvió a toser, tapándose la boca con la mano.

Como si no quisiera que yo descubriera algo, añadió rápido:

—Los niños... los niños están bien. No tienes por qué preocuparte. Bueno... voy a colgar... —y e
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