—Si no me hubiera esforzado tanto desde el principio, si no te hubiera amarrado a mí por egoísmo, tú habrías encontrado a alguien que de verdad te gustara, te habrías casado con él y habrías sido feliz toda tu vida. Habrían tenido hijos adorables, una familia unida y feliz. Y no estarías como ahora, cargando tanto dolor, con una hija con problemas de salud y tú condenada a no poder concebir nunca más —dijo Mateo, con dolor.
—¡No, no...! —grité, a punto de quebrarme.
—Yo no podría querer a otro hombre que no seas tú. Contigo ya tengo hijos adorables, contigo ya tengo una familia unida y feliz. Yo...
—Aurora...
De la nada, Mateo me miró. Tenía los ojos rojos.
Era muy penetrante.
Alzó la mano y me limpió las lágrimas suavemente, murmurando en voz baja:
—No llores, fue mi culpa. Desde el principio todo fue mi error. Con razón dicen que lo que se consigue a la fuerza nunca termina bien. Soy yo el que te hizo sufrir así. Antes no lo pensaba tanto, pero ahora me doy cuenta... tal vez de verd