Cuando volví a abrir los ojos, el aire estaba cargado con el olor fuerte del desinfectante.
Me quedé viendo el techo claro, aturdida, sin saber por qué, pero el corazón me daba punzadas, un dolor en el pecho que no me soltaba.
Sentí algo húmedo. Me pasé la mano por la cara y descubrí que eran lágrimas.
—Aurora, despertaste.
En ese momento, una voz llena de alegría sonó a mi lado.
Volteé despacio la cara y vi a Javier.
Llevaba bata blanca; sus ojos rojos estaban completamente concentrados en mí.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres que te traiga algo de comida? —preguntó.
Dije que no y le respondí:
—Tuve un sueño.
Javier se quedó callado un momento.
—¿Y qué soñaste?
—Soñé que discutía con Mateo, que peleábamos muy fuerte. Me dijo que no estábamos hechos el uno para el otro. Dijo que se arrepentía de haberme conocido, que nunca debió acercarse a mí. También dijo que lo que se consigue a la fuerza nunca termina bien y que, desde ahora, me dejaría libre. ¿Sabes lo que significa eso? ¿Verdad que ya no