Antes, siempre pensé que ya me había divorciado de Mateo. Cuando mamá preguntaba por estas cosas, al menos podía decir que ya no éramos nada.
Pero ahora… ¿qué se supone que debía responder?
Si digo que no tengo nada que ver con él, estaría mintiendo, porque legalmente todavía somos esposos.
Si digo que sí, ¿cómo explicar todo lo que ha pasado entre nosotros?
Mi madre me miraba con preocupación:
—Aurorita, tú eres lo que más me preocupa. En lo que a mí respecta, Mateo es un buen hombre, alguien en quien de verdad se puede confiar para toda la vida. De verdad lo creo. Si entre ustedes hay algún malentendido, deberían resolverlo cuanto antes. No desperdicien su juventud, que después vienen los arrepentimientos.
Mateo es, en efecto, un buen hombre. Se podría decir que es bueno en todos los aspectos.
Pero el problema es que... la persona que más ama no soy yo.
Y yo no soy capaz de compartir su amor con otra mujer.
El amor que yo quiero es puro, exclusivo.
Al ver la cara de mi mamá llena de