—Es alguien importante para Mateo, crecieron juntos.
¿Y qué? —respondí.
Lo miré con una sonrisa burlona y le dije:
—¿No estarás pensando que esa mujer es mejor que yo? ¿Que es lógico que Mateo me desprecie y la elija a ella?
—¡¿Ah?! —dijo Carlos, molesto.
—¿Qué tontería estás diciendo? ¿Cuándo dije yo algo así?
—¿No dijiste tú mismo que con mi mal carácter no era raro que Mateo no me quisiera?
—¡Ay, por favor! Eso lo dije solo por la rabia. ¿No vas a superarlo?
Carlos me lanzó una mirada cansada.
Pasaron unos segundos y murmuró para sí mismo:
—Es que esa mujer me parecía conocida... pero no, no puede ser ella.
No sé a quién se refería, pero se veía muy seguro de eso.
Giré un poco el cuerpo y seguí comiendo los pastelitos en silencio.
Después de un rato, Carlos volvió a hablar, esta vez indignado:
—Si esa mujer es tan importante para Mateo, entonces ¿por qué hace poco andaba como un loco buscándote?
—No sé —murmuré entre bocados.
—Tal vez porque le debo dinero y quiere cobrarme.
—¿Di