Gael
Hay un momento en que la bestia que vive dentro de ti deja de ser una metáfora. Lo sé porque la siento ahora mismo, desgarrando mi pecho desde adentro, arañando mis entrañas, exigiendo salir. Y por primera vez en mucho tiempo, no tengo intención de contenerla.
Miro a Damián frente a mí, con esa sonrisa de suficiencia que siempre ha tenido. El mismo hijo de puta que ha estado a mi lado en cada negocio turbio, en cada movimiento peligroso. El mismo que acaba de confesar, como si nada, que fue él quien tocó a Aurora aquella noche.
—¿Qué pasa, Gael? —se burla, rodeado de tres de sus perros falderos—. ¿Te has enamorado de la princesita? Vamos, solo fue un juego.
El tiempo se ralentiza. Siento cada latido de mi corazón como un tambor de guerra. La sala de billar del club está llena, pero para mí solo existe él y la rabia que me consume.
—Repite lo que dijiste sobre ella —mi voz suena extrañamente calmada, casi irreconocible incluso para mí.
Damián suelta una carcajada y mira a los demá