Gael
El teléfono vibró en mi bolsillo mientras conducía de regreso a casa. Aparqué en el arcén y miré la pantalla. Número desconocido. Normalmente habría ignorado la llamada, pero algo me impulsó a contestar.
—¿Diga?
—Gael... —Su voz. La voz de Aurora. Pero algo estaba mal. Terriblemente mal.
—¿Aurora? ¿Qué pasa? —El pánico se apoderó de mí al instante.
—Tengo a tu chica —una voz masculina reemplazó la de Aurora. Fría. Calculadora—. Si la quieres de vuelta, vas a hacer exactamente lo que te diga.
El mundo se detuvo. Mi sangre se congeló en mis venas mientras apretaba el teléfono con tanta fuerza que temí romperlo.
—Si le tocas un solo pelo... —Mi voz salió como un gruñido animal.
—No estás en posición de amenazar, Gael. Tengo entendido que posees cierta información... y ciertos documentos que me interesan. Los quiero todos. Y a cambio, tu preciosa Aurora volverá contigo. Sin un rasguño.
Cerré los ojos. Los documentos de mi padre. Las pruebas contra Vázquez. Todo lo que había guardado