Aurora
El frío me despertó primero. Un frío metálico que se colaba por mi espalda y se extendía por todo mi cuerpo como veneno. Después fue el dolor punzante en mi cabeza, latiendo como si alguien hubiera usado mi cráneo como tambor. Intenté moverme, pero mis muñecas estaban atadas a la espalda con algo que me cortaba la piel cada vez que intentaba liberarme.
Abrí los ojos lentamente. La oscuridad era casi completa, salvo por una débil luz que se filtraba por debajo de una puerta a varios metros de mí. El suelo era de cemento, frío y áspero. El aire olía a humedad, a óxido y a algo más... algo químico que no podía identificar.
Los recuerdos llegaron en oleadas confusas. Salía de la biblioteca. Había oscurecido. Caminaba hacia la parada del autobús cuando una furgoneta se detuvo junto a mí. Después, nada.
—¿Hola? —mi voz sonó ronca, débil—. ¿Hay alguien?
El silencio fue mi única respuesta durante varios segundos, hasta que escuché pasos acercándose. La puerta se abrió de golpe, y la lu