Aurora
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Hay confesiones que pesan como piedras en el estómago. Otras que se clavan en la garganta como cristales. Y luego están las que se abren paso a través de ti como una hemorragia lenta, manchando todo lo que tocas.
La mía es de las terceras.
Gael está sentado en el banco del parque, el mismo donde almuerzo cuando necesito huir. Su espalda permanece tensa, como si esperara que en cualquier momento saliera corriendo. No lo culpo. Yo misma he estado considerando esa opción desde que le pedí que me encontrara aquí.
—No fue lo que todos creen —digo finalmente, porque el silencio ya no me sirve como escudo.
Se gira hacia mí, y esos ojos oscuros que antes me intimidaban ahora me sostienen con una delicadeza que me desarma completamente. No dice nada. Solo espera. Y eso, por alguna razón, me da el valor que no sab&