—¡Qué! —digo con asombro.
—¿Entonces qué quiere? —preguntó confundida.
—Mira, Evolet, soy un hombre muy mayor como para tener a una joven como tú por esposa. Eso sería ser un pedófilo y no lo soy. Además, yo no me volveré a casar nunca más.
—¿Qué quiere?
—Primero quiero que nos conozcamos bien. Hablaré de todo y yo te diré lo que quiero.
—Está bien, pero quiero que usted me diga toda la verdad, sin importar la que sea. No quiero que me mienta en nada.
—Me parece bien. ¿Qué te parece si empiezo?
—Está bien.
—Te contaré parte de mi vida. Mi nombre es Miguel Meyer, soy el primer hijo de Bertram Meyer y Emilia Meyer. En total somos dos hermanos y mi padre es mafioso; él está en Rusia, donde yo también resido, pero somos de Alemania. Mi hermano, cuando tenía 15 años, decidió alejarse de este mundo y dejarme a mí como único heredero. A los 23 años me casé con mi primera y única esposa, Amara; ella y yo nos conocimos por negocios de la mafia. Nos enamoramos a primera