Capítulo 28 Así es como se come la tortilla.
El bullicio del día se desvaneció y la noche se volvió silenciosa.
Raina tenía los ojos enrojecidos; aún resonaban en sus oídos las palabras que su abuela le dijo cuando regresó al Hogar de Descanso:
—Raina, ahora eres feliz. Te vi casarte, y puedo explicarle las cosas a tu mamá.
Ella no quería que su abuela se fuera con esa preocupación, y su abuela tampoco quería que esa hija que tenía en el cielo se quedara con pendientes.
Raina nunca supo quién era su padre. Cuando era niña le preguntó a su abuela, y la respuesta fue: “se fue”.
Eso fue suficiente para que entendiera que lo importante no era a dónde había ido él, sino que simplemente no existía en la vida de su abuela.
Desde ese momento jamás volvió a preguntar, y lo dio por muerto. En su vida solo habían existido dos personas: una madre de la que no tenía recuerdos, y su abuela.
—Señora —se escuchó una voz acompañada de golpes en la puerta.
Raina se secó rápido las lágrimas y dijo: “pase”. La empleada entró con una bandeja en la qu