Casi no había podido dormir en toda la noche, mi mente estaba divagando de un lado a otro, no podía dejar de pensar en el test y su maldito resultado. Después que me permití llorar hasta que ya no pude más, recogí el pedazo de plástico que había tirado en el piso y luego lo escondí en la última gaveta de mi mesita de noche. No quería que nadie supiera nada.
El cuerpo del rubio sobre mi espalda empezó a moverse, quitó su pierna de encima de mí y luego me sentí nuevamente libre cuando su cuerpo volvió a la cama. Estaba enojado conmigo, pero eso no le impedía a su cuerpo aplastarme en medio de la madrugada.
—¿Sigues enojada?— preguntó al ver que ni siquiera traté de ponerme de lado cuando bajó de mí. Ya me había acostumbrado a permanecer boca a bajo con él encima.
—El enojado eras tú— le recordé en un susurró, después que le propuse lo de Joseph ni siquiera quiso volver a hablarme.
—Por tu culpa— puse los ojos en blanco aún
sabiendo que el no podía verme.
No respondí nada, mi mente estab