Al amanecer me desperté más temprano que de costumbre, me duché, me vestí y cuando estuve lista fuí hasta la puerta. Por un momento pensé que seguiría cerrada y que el maldito rubio me había engañado, pero apenas giré el pomo y esta se abrió sin objeción alguna.
Por lo menos tenía palabra.
Cuando salí de la habitación llegué a la pequeña sala de estar dónde Hansel estaba hace dos días cuando salí con Carmen, pero ahora no había nadie. Me acerqué con cautela al ventanal del tamaño de la pared que estaba cerca de dónde estaban los sofás y miré a través de él. Eran las seis o siete de la mañana, la verdad no me había fijado en el reloj de la habitación cuando salí, pero lo intuía por la opaca claridad que había en el exterior. Desde esté ventanal podía ver el patio trasero y desde la altura en la que estaba lo que había después de los altos muros y el alambrado eléctrico; bosque, la cantidad de árboles que había era tan espesa que solo podía ver la copa verde de los árboles.
Dejé de mir