Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl amanecer se filtraba por las cortinas cuando Rowan llegó a casa. La camisa estaba arrugada, la barba crecida sombreaba su mandíbula, y aun así, al verla en la cocina, dejó caer el cansancio un segundo para regalarle una sonrisa. Se inclinó y le dio un beso en la boca, cálido, largo, como si quisiera recuperar en unos segundos todo lo que la noche en el hospital le había robado.
—Voy a darme una ducha rápida —dijo en un murmullo ronco, acariciándole la mejilla antes de desaparecer por el pasillo.
Aria lo siguió con la mirada, removiendo la cuchara en la taza de café que había preparado para él. El vapor del baño pronto llenó la casa, y con él, la sensación de que su vida entera se repartía en momentos prestados: segundos en los que lo tenía, y horas interminables en las que quedaba sola con el bar







