Inicio / Romance / No prometas un final / Capítulo 4 - El viernes del estallido
Capítulo 4 - El viernes del estallido

Aria llegó temprano, como cada viernes. El Blue Heaven todavía olía a madera encerada y a cristales recién lavados. Encendió las luces de la barra, revisó la caja, dejó listas las copas alineadas con cuidado obsesivo. A esa hora, el lugar le pertenecía por completo. Había algo casi íntimo en ese silencio previo a la multitud, como si el bar le confiara sus secretos antes de entregarse a los demás.

Sophia entró poco después, sujetando su cabello de forma despeinada y con la chaqueta sobre el hombro.

—¿Lista para la batalla? —bromeó, dejando su bolso detrás de la barra.

—Siempre lo estoy —respondió Aria con una sonrisa automática, aunque la tensión en su estómago ya le advertía que esa noche no sería como las demás.

Mike y Oliver llegaron juntos, y en menos de una hora el bar estaba vivo: mesas ocupadas, música de fondo, risas que se mezclaban con el tintinear de vasos.

Todo parecía fluir con naturalidad hasta que la puerta volvió a abrirse con un chirrido pesado. Rowan apareció, impecable en su camisa oscura, el cabello peinado hacia atrás con gesto firme como un golpe de martillo. Saludó con un movimiento breve de cabeza, se instaló en la barra y observó todo con ojos calculadores.

Aria se acercó con cautela.

—¿Cómo está tu madre? —preguntó en voz baja.

—Mejor. —Su respuesta fue seca, aunque sus ojos mostraban un cansancio distinto—. Vigila que todo esté en orden.

Ella asintió, aunque la sensación de estar rindiendo cuentas la envolvía siempre que él estaba cerca.

El reloj marcaba poco más de la medianoche cuando la primera sombra se cernió sobre el lugar.

En una mesa del fondo, un grupo de hombres bebía con entusiasmo desmedido. Uno de ellos, con el saco arrojado sobre el respaldo de la silla y la corbata colgando torcida, empezó a levantar demasiado la voz.

—¡Otra ronda, preciosa! —vociferó, señalando hacia Aria, que pasaba con una bandeja.

—Ya han bebido bastante, caballeros. Les puedo traer café o agua —ofreció ella con diplomacia.

El hombre se puso de pie tambaleante, bloqueándole el paso. Su aliento mezclaba whisky y tabaco.

—Vamos, no seas aburrida. Una ronda más y hasta bailo contigo.

Aria trató de apartarse, pero él extendió la mano hacia su cintura con torpeza. Ella retrocedió con rapidez, sujetando la bandeja contra el pecho.

—Le pido respeto.

—Oh, vamos, si solo quiero un poco de cariño —insistió, acercándose más.

Antes de que Aria pudiera reaccionar, una sombra imponente se interpuso. Rowan apareció de la nada y lo sujetó con fuerza por el hombro.

—Quítale las manos de encima —gruñó, y la voz grave resonó por todo el salón.

El hombre trató de zafarse con una risa nerviosa.

—Solo bromeaba, amigo…

—Aquí nadie toca a Aria. —Rowan lo empujó contra la mesa—. Ni en broma.

El murmullo se extendió entre los clientes. El hombre intentó justificarse, pero Rowan lo señaló con una mirada que helaba la sangre.

—Paga tu cuenta y márchate. Ahora.

Aria sintió el calor subirle al rostro. Quiso suavizar la tensión, pero Sophia la tomó del brazo, susurrándole:

—Déjalo, Aria. Con él no hay punto medio.

El grupo pagó a regañadientes y salió, dejando tras de sí un aire espeso que tardó en disiparse. Rowan volvió a su asiento como si nada hubiera ocurrido, pero el murmullo incómodo seguía en el ambiente.

La noche parecía recobrar el ritmo hasta que la puerta volvió a abrirse. Demian entró, con la chaqueta al hombro y esa calma elegante que lo distinguía. Se dirigió directamente a su mesa habitual, la que estaba en el ángulo perfecto desde el cual podía ver tanto la barra como el escenario.

Aria lo vio desde lejos y, como siempre, sintió un leve estremecimiento. Sin embargo, prefirió pedirle a su compañera que fuera ella en su lugar para no incrementar más el ambiente denso que se había creado, y Sophia no pudo estar más de acuerdo. Esa simple variación rompió la costumbre.

Demian entrecerró los ojos, desconcertado. Siempre era Aria quien lo recibía, incluso en noches caóticas. Ese pequeño cambio lo dejó inquieto, aunque pidiera su habitual bebida. Tras unos minutos de espera, se levantó sin prisa y caminó hacia el escenario.

El piano, cubierto de polvo, parecía esperarlo. Con un gesto natural, retiró la cubierta y presionó una tecla. Una nota solitaria llenó el aire, vibrante y nostálgica. Varios clientes giraron la cabeza. Aria se quedó inmóvil, con la bandeja a medio camino, y el corazón golpeándole en el pecho.

Demian no dijo nada más que una frase breve, pero clara:

—Qué desperdicio tener un piano callado.

La frase resonó directamente en ella. Rowan, en cambio, se levantó de inmediato con su furia contenida en cada paso.

—Baja de ahí.

Demian lo miró desde el banco del piano, con media sonrisa.

—Solo lo toqué un segundo.

—Es mi bar —replicó Rowan, acercándose—. Nadie toca nada sin mi permiso.

El silencio se volvió insoportable. Algunos clientes susurraban, otros observaban con los teléfonos preparados. Aria sintió que el mundo se desplomaba bajo sus pies.

Sophia no aguantó más.

—¡Por Dios, Rowan, es un cliente habitual! ¡No tienes por qué hablarle así! —exclamó desde la barra.

Rowan giró hacia ella con los ojos en llamas.

—No te he pedido opinión Sophia, sigue con tu trabajo.

—Lo estoy haciendo. —Sophia dio un paso adelante alejándose de la barra, la voz firme—. Y también protejo a mi amiga. No es justo cómo le hablas a nadie.

—Por fin alguien lo dice —comentó Demian con un dejo de sarcasmo, lo había dicho en voz baja, pero suficientemente fuerte para que Rowan lo escuchara.

El ambiente explotó en murmullos. Rowan, fuera de sí, apuntó a Demian con un gesto amenazante.

—Bajate del escenario, actor de segunda.

—No hace falta desvalorizar mi trabajo —dijo con la voz cortada—. Ya me voy a mi mesa.

—No, vete del bar. No eres bienvenido.

—Aún no tomé mi trago.

—Hazlo en otro lugar, no me interesa.

Demian se levantó despacio, sin apartar la vista de Aria.

—Entiendo cuando ya no agrada mi presencia. —Paso por su lado y murmuró—: Pero de esta forma tan ancestral, terminarás perdiendo todo.

Rowan lo empujó con violencia, y en cuestión de segundos el caos se desató. Demian lo empujó de vuelta, las sillas se volcaron, un vaso se estrelló contra el suelo. Los clientes se levantaron alarmados, algunos huyendo hacia la calle, otros quedándose expectantes.

—¡Paren ya! —gritó Aria, intentando interponerse. Pero los hombres ya estaban fuera, la pelea continuó bajo las luces de neón del cartel del Blue Heaven.

Los golpes resonaron en la acera. Rowan lanzó un puñetazo que hizo tambalear a Demian; este respondió con fuerza, directo al rostro. La multitud se agolpó alrededor, grabando, murmurando, alentando incluso.

Aria y Sophia intentaron separarlos, pero era como tratar de detener una tormenta. El rugido de Rowan, la respiración agitada de Demian, los gritos de los curiosos… todo se mezclaba en una cacofonía insoportable.

El sonido de sirenas cortó el aire. Dos patrullas se detuvieron con brusquedad y los oficiales bajaron corriendo.

—¡Separense, ahora! —ordenó uno, sujetando a Rowan por los brazos.

El otro sostuvo a Demian, que sangraba por el labio y pero mantenía la mirada altiva.

—¿Qué diablos ocurre aquí Rowan? —exigió el oficial.

—Él empezó todo —expresó el dueño del.bar como niño pequeño.

—Eso no es cierto —retrucó Demian alterado y con la respiración agitada—. Tú me golpeaste primero dentro del bar.

—No importa quién empezó, irán los dos a la comisaría un par de horas en una celda les dará tiempo de reflexionar.

Aria se lanzó hacia ellos.

—Por favor… no se lleven a Rowan —dijo alterada—. Yo me hago cargo de él. No lo detengan. Fue un malentendido, una discusión que se salió de control.

El policía la observó con severidad.

—Señorita Whitmore, esto fue un disturbio público. No podemos ignorarlo.

—Les prometo que no volverá a pasar. Yo lo llevaré a casa —rogó ella con la voz quebrada.

El oficial suspiró. Conocían a los Doyle desde hacía años. El policía que lo tenía lo soltó, y Aria lo abrazó con fuerza tratando de brindarle protección.

—Es la última vez. Y usted, señor Doyle, compórtese o la próxima no habrá excepciones.

Rowan no respondió, solo respiraba con fuerza, la mirada fija en Demian. Este, en cambio, limpió la sangre de su boca con el dorso de la mano, sin quitarle los ojos de encima.

Algunos clientes, incómodos, pagaron y se marcharon murmurando. Otros, después de asegurarse de que la pelea había terminado, volvieron a entrar al bar, tratando de retomar la noche. El Blue Heaven no cerró, aunque el ambiente nunca recuperó la ligereza.

Sophia miró a Aria con reproche.

—Lo cubriste otra vez.

Aria no respondió. Solo se mantuvo al lado de Rowan, como si su silencio fuera la única manera de sostener el peso de aquella noche.

Demian se marchó sin decir palabra, pero antes de girar la esquina, volteó la cabeza. Sus ojos se cruzaron con los de ella, cargados de algo que no necesitaba nombre.

El eco de esa mirada acompañó a Aria mucho después de que las luces del Blue Heaven se apagaran.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP