Capítulo 4
—Estaba súper preocupada, cariño. Creía que no solo había sido traicionada, sino que además este maldito incluso la había maltratado…

Después de llegar a casa de Catarina, Aitana le informó todo lo que había pasado y ella por fin dejó de llorar.

—Bueno, la situación es mejor de lo que pensaba, ¡pero no mucho! Cuando fuiste atacada por un pervertido, ¡este estaba acompañando a su amante! ¡Merece que lo tiren a los cocodrilos! —exclamó Catarina enfadada.

—Rocío es su novia.

—¡Esa vieja es una porquería! Si ella es la novia de Enzo, ¿qué significas tú para él?

La luz de la lámpara era cálida, pero iluminó la ligera melancolía reflejada en la cara de Aitana.

—También me interesa saberlo… ¿Qué significo para él? Tal vez solo una mascota que a él no le importa —murmuró ella.

Cuando él la necesitaba, ella podría aparecer; cuando quería abandonarla, lo haría sin tomarse la más mínima molestia de avisarle…

—Bueno, olvídalo. Considera que todo lo que dedicaste en él fue en vano. Hay muchos hombres en este mundo, pronto tendrás un nuevo amor y listo —la consoló Catarina.

Aitana sonrió amargamente. No tenía ganas de tener un nuevo amor en ese momento. Se dirigió hacia el baño, se quitó la ropa empapada por la lluvia y tomó una ducha. Después, se sentó en la cama secándose el cabello. Como siempre venía a la casa de Catarina, tenía su propia ropa aquí, lo cual le ahorró muchas molestias.

De repente, su celular vibró. Era un mensaje de Andrés:

[Señorita, por la tarde el jefe tendrá una reunión y también necesita asistir. Por favor, regresa a la oficina lo antes posible.]

Aitana escribió algo breve y enseguida presionó el botón de enviar, luego apagó el celular y se acostó tranquila en la cama. Anoche no había descansado bien, y con todo lo ocurrido por la mañana, ahora se sentía agotada por completo. Justo cuando se cubrió con la manta, Catarina también terminó su ducha y salió del baño. Mientras se acercaba, murmuraba con el celular en la mano:

—Mi jefe idiota no deja de preguntarme dónde estoy. ¡Ya le dije que tengo algo urgente que hacer! ¿Su empresa definitivamente no puede funcionar sin mí?

—Cariño, si estás ocupada, ve tranquila a trabajar —le dijo Aitana.

—No, tengo que quedarme contigo —Catarina la rechazó directamente y se acostó cariñosa junto a ella—. Aunque pareces estar tranquila, sé que te sientes muy triste ahora. No hagas tonterías, ¿de acuerdo?

—No me suicidaré por ese maldito del Enzo. No vale la pena.

—¡Exactamente! Si mueres, este desgraciado y su amante ahorrarán muchas molestias. No permito que mueras primero que este desperdicio del Enzo Castro porque definitivamente vamos a arruinar su funeral.

Aitana sonrió por las palabras, luego se dio una ligera vuelta y cerró los ojos. Tendida en la cama, Catarina suspiró:

—Para ser honesta, aunque no me gusta el despreciable mamarracho ese, siempre creía que te casaría con él de todos modos. Después de todo, a pesar de tantas mujeres a su lado, este no ha tenido una verdadera relación con nadie. Como se dice en los rumores, eres la única mujer que siempre se ha quedado a su lado. Diecinueve años… ¡Se conocieron hace diecinueve años! Ese maldito cómo puede lastimarte de esta manera…

Catarina se sentía cada vez más triste al decirlo. Volteó hacia Aitana y vio a su espalda. Parecía que ella ya estaba dormida con su cabello largo suelto y sedoso. Decidió tragar las palabras que quería decir.

En realidad, Aitana estaba despierta. Escuchó todo y apretó con fuerza sus puños bajo la manta. Sentía un agudo dolor en el pecho, y ese dolor se iba intensificando poco a poco.

¿Por qué? También quería saber la razón de lo sucedido. ¿Por qué Enzo podía hacerle todo eso?

***

Ya era la tarde, pero Enzo aún no vio a Aitana. Miró su lujoso reloj, se impacientó un poco:

—¿Dónde estará ella?

Andrés dudó:

—Me envió un mensaje…

—Dile que llegue a la oficina en treinta minutos —le ordenó furioso Enzo.

—Me envió la carta de renuncia… Renunció…

Andrés le mostró asustado la carta de renuncia en la pantalla. Enzo la leyó, y se puso algo enfadado. ¿Esta intentó protestar de esta manera? Pero no iba a ceder ante esos trucos tan infantiles. Se levantó de la silla y habló:

—Vámonos.

—Jefe… ¿Adónde nos iremos?

—A asistir la reunión.

Andrés lo persuadió algo preocupado:

—Pero Aitana no está…

Enzo se detuvo de golpe y le dirigió una mirada con tono cuestionador:

—¿Crees que no podré manejar las cosas sin ella?

—No quise decir eso, jefe… Entonces, ¿voy con usted?

Sin otra opción, Andrés llevó los documentos organizados y siguió obediente a Enzo. De hecho, no tenía mucha confianza. Aitana había sido la que se encargaba de comunicarse con los socios de este proyecto. Él no estaba familiarizado con la situación. Pero, menos mal, Aitana había organizado muy bien los documentos, así que podría seguir adelante con todas las indicaciones.

En ese momento, escuchó una dulce voz:

—Jefe.

Fue Rocío. Se les acercó y le dijo a Enzo:

—Aitana no está en la oficina. ¿Podría ir con ustedes? Quiero aprender más a través de las prácticas.

La voz de Enzo se suavizó un poco:

—Claro, ven.

Andrés quería decir algo, pero al ver la cara sombría de Enzo, decidió mejor callarse.

***

Llovía aún más. Por la noche, se puso a lloviznar. Sin embargo, cuando Enzo salió de la sala de reuniones, su expresión era más sombría que el cielo nublado. Andrés lo seguía, disculpándose:

—Lo siento mucho, jefe. Debo asumir parte de las responsabilidades. Hablaré con Daniel para pedirle otra oportunidad…

Enzo aflojó un poco la corbata y le gritó furioso:

—¿Cómo no puedes hacer ni algo tan simple? ¿Estás aquí solo para esperar que te dé el salario?

Andrés no se atrevió a decir nada. Según el plan, esta reunión internacional solo tardaría una hora, pero al final, se había alargado a tres largas y extenuantes horas. Como él no estaba familiarizado con la situación del proyecto, hubo problemas durante el intercambio de opiniones. Para colmo de males, en la parte de la introducción de productos, Rocío lo interrumpió y se ofreció a mostrarles a los socios las nuevas funciones del producto. En este proceso, equivocó muchos términos técnicos en inglés y causó un gran escándalo, lo que resultó en la desconfianza de los socios y el proyecto se suspendió de inmediato. Al instante en que se cortó la videoconferencia, el aire de Enzo se tornó aterrador.

Andrés intentó justificarlo:

—Jefe, Aitana ha sido la responsable del proyecto y yo solo conseguí las informaciones por la mañana… No tuve tiempo para prepararme bien…

—Entonces, ¿no puedes hacer nada sin ella? —lo interrogó enfurecido Enzo.

Andrés guardó silencio apenado, pero no pudo evitar echarle una mirada de reproche a Rocío. Si no fuera por su desastrosa participación, la situación no habría sido tan mala. Al menos, habrían podido firmar el contrato como lo que estaba planeado.

—Jefe, fue mi culpa… Solo quería hacer algo que pudiera para ayudarles… —se disculpó Rocío con voz temblorosa.

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