Capítulo 6
Aitana tomó un taxi para ir al edificio de Pioneras. En el camino, recibió una llamada de Catarina y le informó de lo ocurrido. No obstante, al enterarse de lo que iba a hacer, Catarina insistió en venir a acompañarla, diciendo que las buenas amigas deberían enfrentar juntas las grandes dificultades y que quería condenar al despreciable en persona. Como no pudo disuadirla de hacerlo, Aitana no insistió más.

Una hora después, un auto se detuvo frente al edificio. Bajo el sol, la imponente torre reflejaba un destello deslumbrante. Aitana no pudo evitar en ese instante entrecerrar los ojos.

Al principio, la sede de Pioneras no estuvo aquí. Hacía cinco años, el día en que se inauguró este nuevo edificio, Enzo estaba muy alegre y tomó bastante alcohol.

Estaba borracho y se quedó dormido en la oficina del presidente, mientras ella estaba a su lado acompañándolo todo el tiempo.

Por la noche, ella se paró frente a la ventana panorámica contemplando el deslumbrante paisaje nocturno. De repente, alguien se le acercó y la abrazó por detrás. Sintió la calidez del abrazo y luego oyó la voz con ternura de Enzo:

—¿Qué estás mirando?

—Desde este ángulo, el paisaje de la ciudad es muy bonito.

—Solo tú eres digna de contemplar el paisaje conmigo —dijo él y le dio un sonoro beso en la mejilla—. Aitana, quiero que estés a mi lado para siempre.

Mirando este edificio, la conversación del pasado volvió a causarle a Aitana un profundo dolor en su corazón. Desvió la mirada y entró con paso firme en el edificio.

Justo cuando entraba al ascensor, su celular vibró. Era un mensaje del departamento de recursos humanos del Grupo Inversiones Horizonte notificándole sobre la entrevista. Guardó el celular y subió directo al vigésimo sexto piso, donde se encontraba la oficina del presidente.

En la oficina, Enzo se sentó en el sillón de cuero con las piernas cruzadas y una expresión de impaciencia en su hermoso rostro. Parecía que la había esperado por un largo tiempo.

Aitana se dirigió hacia él y le entregó un papel.

—He impreso la carta de renuncia y solo necesitas firmarla. Completaré los trámites correspondientes en el departamento de recursos humanos —le dijo Aitana.

Enzo no se movió y le preguntó:

—¿Aún estás haciendo berrinches?

—¿Berrinches? ¿Crees que estoy haciendo berrinches?

—Si no quieres que Rocío participe en tu trabajo, haré que se encargue de unas tareas más simples. Seguirás siendo mi asistenta personal. Ella no te causará problemas —ofreció Enzo, pensando que había hecho una gran concesión.

En el pasado, nunca lo había hecho porque siempre había sido Aitana quien intentaba complacerlo. Tal vez la renuncia de Aitana le dio una sensación de pérdida de control, decidió dar un paso atrás.

Sin embargo, Aitana permaneció indiferente ante su propuesta. Enzo estaba descontento:

—¿Quieres que despida a Rocío o qué? ¡No te pases!

—Enzo —habló Aitana mirándolo—, ¿qué significo yo para ti?

Enzo hizo un sonido de desinterés, y quería responder que ella era solo su asistenta personal. Pero, antes de pronunciar las palabras, dudó por unos minutos.

¿Ella era solamente su asistenta? Claro que no era así. Pero ¿qué más ella significaba para él? Era un problema.

Aitana había entrado en su vida cuando ella solo tenía cinco años. Durante todos estos años, ella había estado a su lado como su fiel sombra, y él, disfrutaba de su atención sin remordimiento alguno. Cuando quería, le prestaba un poco de atención; si no, solo hacía lo que quería. De todos modos, ella nunca lo dejaría.

—¿Por qué me haces esta pregunta? ¿Quieres que admita que eres mi novia? —le respondió él con un tono burlón.

Aitana había reunido todo su coraje para hacerle esa pregunta, pero solo recibió su cruel sarcasmo… Sentía que todo lo que había hecho ya no valía la pena…

—Firma la carta. No pierdas nuestro tiempo. ¿Acaso no quieres que me vaya? ¿Tu novia lo sabe?

Enzo firmó su nombre en la carta de renuncia y le dijo:

—No intentes enojarme. Si quieres irte, vete. Antes de irte, comunícate con Andrés sobre los asuntos importantes de los que te encargaste. No quiero que arruines mis negocios.

—De acuerdo.

Aitana sacó la hoja y se fue directo, pero su cara indiferente causó bastantes molestias a Enzo.

—Aitana, piénsalo bien. Si te vas de mi empresa, no tendrás más oportunidad de volver a mi lado —la amenazó con una voz seria.

Y la respuesta de Aitana fue el gran estruendo del portazo. Ella sabía muy bien que, en esta empresa, ya no había un lugar para ella.

—Aitana…

Al salir de la oficina, vio a Rocío que se interpuso en su camino. Parecía estar muy preocupada y le rogó:

—No puedes irte… ¡La empresa te necesita! Ayer no asististe a la reunión y ocurrió un gran problema en el proyecto… Por favor, sigue trabajando aquí…

—He renunciado —le respondió pausada Aitana.

—¿Tuviste entonces aquel conflicto con el señor Castro por mí? Puedo renunciar… Por favor, quédate…

Aitana no le hizo caso:

—Déjame pasar.

—Aitana, por favor… Si tienes conflictos con Enzo por mi culpa, me sentiré muy culpable… —le suplicó Rocío, agarrándole el brazo con fuerza.

Varios colegas les dirigieron una mirada curiosa. Incómoda, Aitana trató de soltarse, pero no lo logró porque Rocío la agarró con mucha fuerza.

—¡Suéltame!

Por un intento de liberarse de Aitana, Rocío perdió el equilibrio de repente y se golpeó contra la impresora.

—¡Ah! —Rocío soltó un grito de dolor.

Se cayó al suelo, cubriéndose el brazo herido.

—¡Rocío!

Se abrió la puerta de la oficina del presidente. Enzo salió y se acercó a Rocío apresurado para ayudarla a levantarse. Luego, le echó una mirada de reproche a Aitana:

¿No te basta con enfadarte conmigo? ¿Ahora también culpas a Rocío por esto?

—No es así. Fue ella quien me agarró el brazo —Aitana lo miró con calma—. Después de tantos años, ¿soy una persona así en tu corazón?

—Solo creo en lo que vi.

Rocío, aferrándose temblorosa al brazo de Enzo, intentó explicarle:

—No es así, Enzo… Aitana no lo hizo a propósito. Es que quería que se quedara…

—¡Pues que se vaya!

—Pero ha sido tu asistenta personal durante muchos años…

—Es solo una asistenta y punto. ¡Hay muchos que pueden ocupar su lugar!

¿Eran sus palabras sinceras? Entonces, ¿ella era solamente una asistenta reemplazable sin importancia alguna para él?

—¡Enzo Castro!

En ese momento, se oyó un insulto en voz alta desde la entrada del ascensor. Catarina, en su conjunto elegante, apareció frente a todos corriendo. Se interpuso entre Aitana y Enzo y empezó a reprocharle señalándolo:

—¡Repite lo que dijiste! ¿No tienes miedo de que Dios escuche esas palabras, y te castigue por malagradecida? ¿Olvidaste quién es la que estuvo a tu lado cuando empezaste tu carrera en Pioneras? ¿Y quién te cuidó toda la noche cuando te dolió el estómago? Cuando tus estúpidos amigos la llamaban "señora Castro", nunca los impediste, pero ahora, por esta maldita zorra, ¿vas a terminar la relación con Aitana? ¡Ella pasó diecinueve años a tu lado! ¡Diecinueve largos años! ¡No son solo diecinueve días, tampoco diecinueve meses! Has disfrutado de su devoción durante tanto tiempo, ¿y ahora la tratas de esa manera desechándola como basura? ¿No sientes remordimientos?

Después de las duras palabras de Catarina, toda la oficina se quedó en un intenso silencio.

Enzo observó a Aitana, mientras la mirada de Aitana también se fijaba en él. Las preguntas de Catarina también eran las que le quería hacerle a Enzo, pero nunca se atrevió a hacerlo.

Enzo apretó con fuerza los puños y jaló a Rocío hacia su lado.

—Nunca he pedido que se quede a mi lado, ¡y nunca he admitido que ella sea mi futura esposa!
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