Capítulo 9
Mientras hablaba, le entregó un contrato que ya tenía listo.

—Chequéalo con cuidado, y si todo está bien, fírmalo.

Aitana tomó el contrato. Se sentó en el sofá a un lado y empezó a leerlo con atención. Mientras ella leía concentrada el contrato, Sergio la observaba.

Ella tenía el cabello castaño y ondulado, piel clara y rasgos delicados. Aunque se sentó allí de manera relajada, se veía elegante. Su cuello delicado y su cintura delgada resaltaban su figura atractiva. Un rato después decidió desviar la mirada…

El contrato no tenía problema alguno. De hecho, el sueldo era incluso mejor que el que le ofrecía Enzo, así que Aitana lo firmó sin dudarlo dos veces.

—Bienvenida —le dijo Sergio con una sonrisa despreocupada pero relajada.

Aitana se levantó del sofá:

—Entonces, gracias por tu tiempo de hoy. Mañana llegaré puntual.

Dicho esto, estaba dispuesta a marcharse, pero se detuvo al llegar a la puerta. Sergio estaba a punto de encender un cigarrillo. Al verla regresar, sostuvo el cigarrillo entre sus labios y le dirigió una mirada algo confundida:

—¿Algo más?

—El otro día nos diste el paraguas, y, ayer chocamos con tu auto, pero no nos culpaste… Señor Morales, me interesa saber la razón detrás de todo esto—le preguntó Aitana honestamente.

—Porque soy una persona amable —dijo él con voz tranquila.

Puras mentiras…

Aitana lo miró con cierta desconfianza:

—¿Planeaste todo eso desde hace mucho tiempo? ¿No es así?

¿Todo lo ocurrido fue parte de su plan?

Sergio se rio por esa divertida reacción de Aitana.

—No me di cuenta de que eres bastante creída.

Aitana se sonrojó al instante…

Él la miró fijamente y habló por su cuenta:

—Nos conocimos desde muy pequeños, de niños. Es normal que siempre te quiera ayudar, ¿no lo crees?

Aitana no lo entendió en ese momento:

—¿Nos conocimos antes?

Sergio no la contestó y encendió el cigarrillo.

—Ya puedes irte.

Confundida, Aitana salió de la oficina. Cuando iba a cerrar la puerta, escuchó el murmullo en tono descontento del hombre:

—Pequeña malagradecida.

***

Samuel la ayudó con los respectivos trámites de contratación, luego le entregó algunos documentos y las normas de la empresa.

De regreso a casa, Aitana pensó y pensó por un largo rato, pero no logró recordar cuándo había conocido a Sergio… Decidió dejarlo de lado y comenzó apresurada a buscar un nuevo apartamento en línea.

No podía vivir en la casa de Catarina para siempre. Ahora que ya tenía un nuevo trabajo, era hora de mudarse de allí.

Al final, eligió un apartamento cerca de su nueva oficina. El lugar estaba limpio, y la dueña era muy amable, así que ella tomó la decisión sin dudar y luego se lo dijo a Catarina de inmediato. Al enterarse de eso, Catarina salió temprano del trabajo para ayudarla entusiasmada a mudarse.

—Cariño, eres una mujer tan decidida… Renunciaste de golpe, y encontraste un nuevo trabajo en tan poco tiempo… ¿Todas las mujeres fuertes hacen las cosas tan a prisa como tú? —Catarina se puso curiosa.

—¿Mujer fuerte? Yo simplemente soy una trabajadora, nada más.

—Inversiones Horizonte es más grande que Pioneras. Antes vi una entrevista de Sergio en una revista financiera. Dios, ¡tiene un perfil tan refinado! Si tienes la oportunidad, ¡sácale unas cuantas fotos!

Organizando las cosas en la maleta, Aitana se rio:

—Si quieres verlo, ven a buscarme a la oficina.

—¿Por qué…? —Catarina no lo entendió.

—Porque ahora soy su asistenta personal.

Después de un profundo silencio, Catarina puso una expresión seria y le dijo:

—Se me ocurrió un plan perfecto para vengarte de Enzo.

—Será definitivamente una idea absurda.

—Puedes seducir a Sergio y casarte con él. Si Enzo se da cuenta de que te has convertido en la mujer de su rival, ¡explotará de furia!

Aitana se quedó sin palabras:

—¿Te has vuelto loca o qué? Tía, se llama Sergio Morales… ¡Es Sergio Morales!

Catarina se desanimó al instante. Todos sabían que Sergio era un tipo despiadado y que tenía fuerzas tanto en el mundo legal como en el ilegal. No podía dejar a Aitana en otra situación tan peligrosa como esta…

***

Como Aitana no tenía muchas coas, pronto terminaron la mudanza. Sin embargo, como Aitana era muy quisquillosa con la limpieza, le tomó más de cinco horas organizar todo y ya había anochecido.

Catarina estaba tirada patas arriba en el suelo, totalmente agotada. Aitana le dio una toalla y le dijo:

—Ve a bañarte. Para agradecerte por haberme ayudado tanto, esta noche te invito al bar.

Al escucharlo, Catarina se levantó de un salto, como un pez que había vuelto al agua. Y enseguida exclamó emocionada:

—¡Me lo prometiste!

Después de bañarse, Catarina se maquilló con esmero y se puso un pequeño top y un short que dejaban ver sus largas y esbeltas piernas, luciendo sexy y provocativa.

Aitana, por su parte, solo eligió una simple camiseta y short, pero Catarina la empujó de regreso al closet y eligió un largo y seductor vestido negro para ella. Era un delicado vestido de satén con cola de pez. Con los hombros descubiertos y un diseño muy ajustado, resaltaba perfectamente la cintura delgada y las curvas de Aitana. Al verla así, Catarina finalmente quedó satisfecha.

Justo cuando estaban a punto de salir, de repente el celular de Aitana sonó. Era un número desconocido. Al contestar, escuchó la sonora voz de una mujer al otro lado:

—Señorita, soy Ana, la empleada de servicio de la familia Castro. La señora está enferma de gripe y no tiene apetito, pero de repente pidió la sopa que tú solías prepararle.

Durante todos esos años, Aitana no solo había cuidado con esmero a Enzo, sino también a su mamá, Rosalina Pérez. Se habían acostumbrado a darle órdenes.

—No soy la sirvienta de la familia Castro. Si la señora está enferma, llama al doctor y punto.

—Espera, ¿no regresarás a la mansión? —le preguntó Ana en voz baja.

Poco después, se escuchó la fuerte voz de Rosalina:

—Aitana, ¿cómo te atreves? ¿Ya no quieres regresar a casa a prepararme la sopa?

Aitana le explicó con calma:

—¿Enzo no se le dijo? Ya dejé Pioneras. Ya no tengo ninguna relación ni con usted ni con la familia Castro.

—¡Te criamos dieciocho años! ¿Y cortaste la relación tan fácilmente…?

Antes de que Rosalina terminara sus tontas palabras, Aitana colgó la llamada y puso el número en la lista negra.

Catarina le levantó el pulgar elogiándola encantada:

—Eres increíble, mi cariño…

—Vámonos, no perdamos más tiempo alegre —se rio Aitana.

***

Ellas fueron dichosas al club más lujoso de la ciudad, El Paraíso. Aunque el lugar estaba lleno de gente, en verdad no era caótico. Era una propiedad de una de las familias más poderosas de la ciudad, los Sánchez, así que nadie se atrevía a causar problemas aquí.

Aitana eligió dos jóvenes de unos veinte años para Catarina, mientras ella se sentó sola en un rincón, bebiendo distraída un jugo que tenía en la mano. Catarina charlaba y jugaba animada con los chicos, riendo a carcajadas. Viéndola tan alegre, Aitana también se rió muchísimo.

—Cariño, ¿de qué te ríes sola? Ven a jugar con esas almas jóvenes —le dijo Catarina y empujó a uno de los dos chamacos hacia ella.

Aitana lo rechazó de inmediato:

—Pues sabes yo paso…

—¿Acaso todavía estás guardando tu pureza para ese desgraciado malagradecido de Enzo? Prueba algo nuevo y verás que todos los hombres son iguales. Enzo no tiene nada especial.

El joven, listo, muy atento se sentó junto a Aitana y la miró con sus ojos brillantes:

—Señorita, eres tan bonita. Su lindura me emborracha como el alcohol.

—No necesitas halagarme. Ve a acompañarla y listo.

—Ya tiene compañía. Deje que yo la acompañe, ¿de acuerdo? ¿Qué quiere hacer? Solo dígame ¿Quiere ver mis abdominales? También puede tocarlos.

Con el jugo en la mano, Aitana se sentía algo incómoda, pero no pudo evitar echar un ligero vistazo a los abdominales del joven apuesto…

Y esta escena fue vista por un hombre no muy lejos.
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