Después del accidente, Aitana se sentía mucho mejor.—Aitana, ¿cómo estás? —le preguntó Catarina con cierta preocupación.—Me siento mucho mejor al llorar. Además, ¡chocaste con un Bentley! Mi tristeza ya no importaba tanto en comparación, ¿vale?—¡Me lo hubieras dicho antes! Si sabía que así te animabas, ¡le hubiera partido su coche a ese cabrón de Enzo! —dijo Catarina con tono exagerado.Aitana no pudo evitar reírse por las palabras divertidas y ocurrentes de Catarina y le dio un gran abrazo.—Catarina, eres tan buena.—Cariño, aunque estás buenísima, yo prefiero a los jovencitos fuertes y musculosos, ¿eh?—Claro. Cuando me convierta en una adinerada, pediré a diez modelos jóvenes para que te diviertas.—Uyuyuy… con dos me basta, no soy tan energética como piensas.Charlando y riendo, llegaron entusiastas al departamento de Catarina. Aitana finalmente logró dejar atrás las molestias causadas por Enzo.Por la noche, cenaron alegres en casa. Catarina se encargó de preparar los ingredie
Mientras hablaba, le entregó un contrato que ya tenía listo.—Chequéalo con cuidado, y si todo está bien, fírmalo.Aitana tomó el contrato. Se sentó en el sofá a un lado y empezó a leerlo con atención. Mientras ella leía concentrada el contrato, Sergio la observaba.Ella tenía el cabello castaño y ondulado, piel clara y rasgos delicados. Aunque se sentó allí de manera relajada, se veía elegante. Su cuello delicado y su cintura delgada resaltaban su figura atractiva. Un rato después decidió desviar la mirada…El contrato no tenía problema alguno. De hecho, el sueldo era incluso mejor que el que le ofrecía Enzo, así que Aitana lo firmó sin dudarlo dos veces.—Bienvenida —le dijo Sergio con una sonrisa despreocupada pero relajada.Aitana se levantó del sofá:—Entonces, gracias por tu tiempo de hoy. Mañana llegaré puntual.Dicho esto, estaba dispuesta a marcharse, pero se detuvo al llegar a la puerta. Sergio estaba a punto de encender un cigarrillo. Al verla regresar, sostuvo el cigarrillo
—¿Aitana?Yael Riviera se ajustó sus lentes de montura dorada, pensando que si se había equivocado de persona. Justo cuando estaba a punto de acercarse para confirmarlo, su celular sonó. Al contestar, escuchó la voz de Javier:—Yael, ¿dónde estás? ¡Te estamos esperando hace rato!—Estaré allí en unos minutos —le respondió Yael mientras se dirigía hacia el lujoso palco privado en el segundo piso.Todos sus amigos estaban allí: Javier, Enzo, y la hermana de Enzo, Mónica Castro. Al lado de Enzo, había una joven menuda desconocida.Al entrar en el palco, Yael arrojó despreocupado su saco de traje sobre el sofá y le preguntó a Enzo:—¿Por qué Aitana no está aquí?Al instante, un silencio incómodo se apoderó del lugar. Enzo le explicó:—Renunció. Ya no tiene nada que ver con Pioneras.—¿Terminaron? —se sorprendió Yael.—Ella nunca ha sido mi novia —la cara de Enzo se ensombreció, y luego le presentó a la joven a su lado—. Rocío Fernández, mi novia.Rocío lo saludó con amabilidad:—Encantada.
Todos se sorprendieron por la acción de Sergio. Enzo se rio de enojo, volteó hacia Aitana y le preguntó con cierto sarcasmo:—Me has dado una gran sorpresa, ¿eh? En tan pocos días, ¿ya tienes conexión con mi rival? Ah…—¿¡Qué tiene que ver eso contigo!? —exclamó furiosa Aitana.Por la ira, Aitana intentó liberarse de su maldito agarre. Por la fuerza con la que lo hizo, tambaleó un poco y retrocedió varios pasos. Antes de que cayera, una mano la sostuvo con suavidad por la cintura desde atrás.Al levantar la cabeza, Aitana vio la mirada profunda y algo traviesa de Sergio, lo que la dejó aturdida por un momento. Cuando volvió en sí, se colocó de inmediato a su lado, enfrentándose con Enzo con mucha más confianza que antes. Su acción complació a Sergio de alguna manera y el hombre esbozó una leve sonrisa.Sin embargo, esa escena era insoportable para Enzo. Justo cuando iba a hablar algo, Davis lo detuvo en seco:—Enzo, Aitana ya renunció de Pioneras. Si sigues aferrándote a una exempleada
Cuando Aitana tenía siete años, el abuelo de Enzo celebró una fiesta de cumpleaños a la que asistieron un montón de gente. A ella no le gustaban las multitudes, así que se quedó sola en el jardín jugando con los peces. Mientras se aburría plantada allí como un hongo, de repente escuchó una voz burlona desde atrás:—Llevas todo el día viendo esos pescados… ¿Quieres llevar uno a casa para hacer caldo…?Aitana volteó y vio con asombro a un niño con la piel tan fina como la porcelana. Parecía tal vez uno o dos años mayor que ella. No iba tan formal, pero se notaba que su camisa costaba una gran fortuna.Ella lo miró con sus ojos grandes e inocentes y le respondió despreocupada:—No… Es que me siento muy aburrida. ¿Eres uno de los invitados?—Creo que sí, pero a ellos no les caigo bien, y la verdad, tampoco me gustan ellos —dijo con firmeza el niño, mirando hacia lo lejos con una expresión madura que no correspondía a su edad.Al voltear, vio la cara aturdida de la pequeña Aitana. Sin saber
Al día siguiente, Aitana se levantó temprano. Como este sería su primer día del nuevo trabajo en Inversiones Horizonte, estaba de buen humor y preparó un desayuno abundante y delicioso. Cuando salió de casa, Catarina seguía aún dormida, pero su celular sonaba una y otra vez.Aitana lo checó y vio que la nota decía: "Jefe Imbécil". Dudó por un momento y decidió contestar la llamada.—Hola, señor. Soy amiga de Catarina. Hoy no se siente bien, así que quizás necesite tomar el día libre —le explicó un poco la situación.Catarina se quejaba de su jefe todos los días, y Aitana siempre imaginaba que sería un tipo quisquilloso con cara de pocos amigos. Pero, esa voz sonaba bastante joven y educada:—De acuerdo. Dile que le doy un día libre. Que descanse un poco.—Bien, muchísimas gracias.—Adiós.Al colgar, Aitana dejó el celular en la mesita de noche y suspiró. El jefe de Catarina resultó ser tan comprensivo, ¿y ella se quejaba de él todos los días?***Su apartamento estaba cerca de la ofici
—¡Ya te dije que te largaras de aquí! —gritó Enzo, sentado furioso en el sillón y lleno de un aire aterrador.Cuando levantó la cabeza y vio a Rocío, se detuvo incómodo:—¿Por qué entraste?—Enzo… Sé que estás de mal humor y estoy muy preocupada por ti.—Estoy bien.Ella se le acercó, mirándolo con sus ojos inocentes:—Si estás bien, ¿por qué te enfureciste tanto? Podrías compartir tus sentimientos conmigo. Tal vez pueda ayudarte, ¿no crees? Quiero hacer algo por ti.—No puedes —Enzo la rechazó tajantemente.Era algo de negocios. Rocío no tenía las habilidades suficientes para ayudarlo. Si Aitana estuviera aquí, ella podría ayudar… Sin embargo, al recordarla, su irritación empeoró aún más.Rocío siguió intentando calmarlo:—Enzo, cree en mí. Puedo ayudarte. Aún no has almorzado, ¿verdad? Hay un nuevo restaurante cerca. ¿Qué te parece si vamos a comer allí? Tienes problemas estomacales y por lo tanto, debes comer a tiempo.—No quiero ir.La verdad, no tenía ningún apetito. Justo cuando
—Jefe.Aitana tocó la puerta de la oficina de Sergio y luego cuidadosa entró.Sergio estaba recostado en el sofá, con sus largas piernas cruzadas. Tenía una mano detrás de la cabeza y la otra sostenía despreocupado un cigarrillo. Parecía estar dormido.Aitana dejó la lonchera en la mesa, y luego su mirada se posó en el atractivo rostro del hombre.El joven tenía una cara increíblemente delicada con rasgos bien marcados. Con los ojos cerrados, parecía un noble elegante. Ella no pudo evitar admirarlo por un rato…De repente, este abrió los ojos y la miró… Avergonzada, desvió enseguida la mirada y le entregó la lonchera.—Jefe, aquí tienes la comida —le dijo, con la mejilla levemente sonrojada.Sergio notó todo ese cambio de su expresión, y se levantó sin prisa alguna.—Tardaste tanto tiempo. Pensé que te habías cambiado de bando de nuevo para regresar al lado de tu imbécil exjefe. —Nunca lo haré —Aitana se justificó.Pero, al recordar que acababa de hablar con Enzo bajo el edificio, se