Cuando Aitana tenía siete años, el abuelo de Enzo celebró una fiesta de cumpleaños a la que asistieron un montón de gente. A ella no le gustaban las multitudes, así que se quedó sola en el jardín jugando con los peces. Mientras se aburría plantada allí como un hongo, de repente escuchó una voz burlona desde atrás:—Llevas todo el día viendo esos pescados… ¿Quieres llevar uno a casa para hacer caldo…?Aitana volteó y vio con asombro a un niño con la piel tan fina como la porcelana. Parecía tal vez uno o dos años mayor que ella. No iba tan formal, pero se notaba que su camisa costaba una gran fortuna.Ella lo miró con sus ojos grandes e inocentes y le respondió despreocupada:—No… Es que me siento muy aburrida. ¿Eres uno de los invitados?—Creo que sí, pero a ellos no les caigo bien, y la verdad, tampoco me gustan ellos —dijo con firmeza el niño, mirando hacia lo lejos con una expresión madura que no correspondía a su edad.Al voltear, vio la cara aturdida de la pequeña Aitana. Sin saber
Al día siguiente, Aitana se levantó temprano. Como este sería su primer día del nuevo trabajo en Inversiones Horizonte, estaba de buen humor y preparó un desayuno abundante y delicioso. Cuando salió de casa, Catarina seguía aún dormida, pero su celular sonaba una y otra vez.Aitana lo checó y vio que la nota decía: "Jefe Imbécil". Dudó por un momento y decidió contestar la llamada.—Hola, señor. Soy amiga de Catarina. Hoy no se siente bien, así que quizás necesite tomar el día libre —le explicó un poco la situación.Catarina se quejaba de su jefe todos los días, y Aitana siempre imaginaba que sería un tipo quisquilloso con cara de pocos amigos. Pero, esa voz sonaba bastante joven y educada:—De acuerdo. Dile que le doy un día libre. Que descanse un poco.—Bien, muchísimas gracias.—Adiós.Al colgar, Aitana dejó el celular en la mesita de noche y suspiró. El jefe de Catarina resultó ser tan comprensivo, ¿y ella se quejaba de él todos los días?***Su apartamento estaba cerca de la ofici
—¡Ya te dije que te largaras de aquí! —gritó Enzo, sentado furioso en el sillón y lleno de un aire aterrador.Cuando levantó la cabeza y vio a Rocío, se detuvo incómodo:—¿Por qué entraste?—Enzo… Sé que estás de mal humor y estoy muy preocupada por ti.—Estoy bien.Ella se le acercó, mirándolo con sus ojos inocentes:—Si estás bien, ¿por qué te enfureciste tanto? Podrías compartir tus sentimientos conmigo. Tal vez pueda ayudarte, ¿no crees? Quiero hacer algo por ti.—No puedes —Enzo la rechazó tajantemente.Era algo de negocios. Rocío no tenía las habilidades suficientes para ayudarlo. Si Aitana estuviera aquí, ella podría ayudar… Sin embargo, al recordarla, su irritación empeoró aún más.Rocío siguió intentando calmarlo:—Enzo, cree en mí. Puedo ayudarte. Aún no has almorzado, ¿verdad? Hay un nuevo restaurante cerca. ¿Qué te parece si vamos a comer allí? Tienes problemas estomacales y por lo tanto, debes comer a tiempo.—No quiero ir.La verdad, no tenía ningún apetito. Justo cuando
—Jefe.Aitana tocó la puerta de la oficina de Sergio y luego cuidadosa entró.Sergio estaba recostado en el sofá, con sus largas piernas cruzadas. Tenía una mano detrás de la cabeza y la otra sostenía despreocupado un cigarrillo. Parecía estar dormido.Aitana dejó la lonchera en la mesa, y luego su mirada se posó en el atractivo rostro del hombre.El joven tenía una cara increíblemente delicada con rasgos bien marcados. Con los ojos cerrados, parecía un noble elegante. Ella no pudo evitar admirarlo por un rato…De repente, este abrió los ojos y la miró… Avergonzada, desvió enseguida la mirada y le entregó la lonchera.—Jefe, aquí tienes la comida —le dijo, con la mejilla levemente sonrojada.Sergio notó todo ese cambio de su expresión, y se levantó sin prisa alguna.—Tardaste tanto tiempo. Pensé que te habías cambiado de bando de nuevo para regresar al lado de tu imbécil exjefe. —Nunca lo haré —Aitana se justificó.Pero, al recordar que acababa de hablar con Enzo bajo el edificio, se
Todo el cuerpo de Aitana ya estaba tan rojo como un tomate. Asustada e inquieta, agarró con fuerza la manga de la camisa de Sergio.Sergio la calmó con unas palmaditas suaves en la cabeza:—Tranquila, estarás bien. Voy a hacer una llamada.Sacó su celular y marcó un número. Pronto, alguien contestó la llamada y se escuchó la voz sorprendida de Candela Morales:—¿Sergio?—¿Estás libre ahora? —le preguntó Sergio algo precipitado.—Pues, sí… —Necesito tu ayuda —la interrumpió de inmediato Sergio y le explicó brevemente que Aitana había sido drogada. Luego le contó la dirección y le pidió que llegara lo más rápido posible.Al colgar la llamada, subió al auto a toda prisa, sin esperar la impactante escena que iba a ver: dentro del auto, la joven había desabrochado varias botones de su blusa y su mano jalaba el cuello de la prenda sin darse cuenta. Se podía ver claramente su cuello esbelto, así como la tira de su brasier…Cuando volvió en sí, Sergio se sentó a su lado y cerró la puerta. Con
Aparentemente, Candela no confió en las palabras de Sergio. Sergio le dirigió una feroz mirada de amenaza:—Sabes, la curiosidad mató al gato.Candela se calló y le hizo una fea mueca. No había muchos rumores románticos sobre Sergio. Era normal que ella estuviera interesada en saberlo todo.En ese preciso momento, se abrió la puerta del baño. Envuelta en una bata blanca, Aitana salió despacio y su figura atrajo la atención de Candela de inmediato.Su cabello castaño estaba recogido, dejando al descubierto su rostro impecable: sus carnosos labios eran de un rojo intenso, y su piel era tan fina como la porcelana, pero ahora estaba ligeramente sonrojada. Era una hermosura deslumbrante… Candela se tomó unos cuantos segundos para admirar el buen gusto de Sergio.Sergio solo la miró brevemente y luego desvió la mirada. Le presentó a Candela:—Ella es Candela Morales. Es doctora y sabe muy bien cómo resolver el problema. Deja que te revise.—Encantada, señorita Morales —la saludó Aitana.—Ll
El auto avanzó a toda velocidad en la oscuridad para regresar al hotel. Afuera del edificio, un grupo de personas ya estaba esperándolo. El líder de ellos tenía el cabello rapado y un tatuaje en el cuello. Al ver a Sergio, lo saludó con respeto:—Señor Morales.Sergio solo le hizo un gesto con la cabeza y entró directamente al hotel, seguido por esas personas.Dentro del hotel, ya no había rastro alguno de otros huéspedes. Solo el gerente del hotel aún estaba cerca de la entrada. Le informó nervioso a Sergio: —Señor Morales, he evacuado a todos los huéspedes como lo ordenó, pero…—Pagaré todas las pérdidas. Mi gente se pondrá en contacto contigo más tarde —dijo Sergio.Dicho esto, le echó un vistazo al gerente. Esa simple mirada ya era suficiente para hacer que el gerente sintiera la aterradora presión. Se apresuró a responderle:—Señor, no se preocupe. No filtraré ni una palabra sobre lo que pasará esta noche.Sergio retiró la mirada. Tomó el ascensor y regresó al mismo piso donde ha
Indecisa, dio la vuelta y vio a una persona muy familiar, medio dormida.—Aitana, despertaste…Aitana se sorprendió demasiado y dijo:—¿Por qué estás en mi cama?—¿O quién creías que sería? —habló Catarina con total naturalidad, y de repente sonrió de manera precavida—: ¿Creías que era Sergio?—… No.—Si no, ¿por qué te pones nerviosa? ¡Lo sabía! Me dijiste que Sergio no te interesaba, ¡pero sí te interesa demasiado su cuerpo! Ah... picarona —Catarina bromeó con ella, riendo a carcajadas mientras la abrazaba—: ¡Qué bueno! ¡Al fin mi amiga también se interesa por los hombres! ¡Mañana mismo iré a Tailandia y te traeré un apuesto modelito para que te consienta como te lo mereces!Aitana se soltó de su abrazo y se levantó de la cama:—Dios… Te estás volviendo cada vez más pervertida… Basta ya, tengo que ir a trabajar ahora mismo.—Hoy no tienes que ir a la oficina. Cuando Sergio me avisó ayer de lo ocurrido, me dijo que te daría un día libre para que descanses un poco. Qué jefe tan conside