Capítulo 2
Aitana no regresó a casa, se fue a un hotel cercano.

Antes de dormir, tomó un baño largo. Limpió todo su cuerpo con fuerza, hasta que se puso rojo.

Bajo la luz cálida de la lámpara de noche, se acurrucó en la cama, con la manta envolviendo todo su ser. La ansiedad se disipó poco a poco y finalmente se quedó dormida.

Sin embargo, no fue un sueño reparador porque las constantes pesadillas no paraban de molestarla. Una de ellas le recordaba cómo Enzo la protegía en el bachillerato: el joven se puso frente a ella y les dijo a esos malditos:

—Ella está bajo mi protección. Nadie podrá intimidarla más.

Y en la otra pesadilla, ella se encontraba de nuevo en el pasillo oscuro, en el cual el acosador le tapó la boca y la nariz, murmurando con una voz repugnante que ella olía muy bien…

Al final, la cara delicada de Rocío llenó toda su mente. Aún podía recordar cómo ella se acurrucó en el abrazo de Enzo, agarrando con fuerza la camisa del hombre. La joven le dirigió una mirada burlona, como si estuviera desafiándole:

—Aitana, eres solo una perra lamebotas de Enzo.

Una inesperada llamada la despertó de la inquietud en la mañana del día siguiente. Apenas se conectó, oyó la voz familiar de Enzo:

—Prepárame una sopa y llévala a la oficina.

En la somnolencia, Aitana le respondió con firmeza:

—Ya no tengo suficiente tiempo.

—Puedes llegar tarde al trabajo. No te descontaré el salario.

Después de colgar la llamada, ella por fin tenía la mente despejada.

Enzo tenía problemas estomacales. Cada vez que le dolía el estómago, siempre quería tomar la sopa que Aitana le preparaba.

Aitana se levantó silenciosa y se cepilló los dientes, luego fue a comprar una sopa cualquiera en un restaurante cerca del hotel y la llevó a la oficina.

El edificio de Pioneras Corp. se ubicaba en el centro de Luzmar, y la oficina del presidente estaba en el vigésimo sexto piso del rascacielos. Como asistenta personal del presidente, Aitana estaba muy familiarizada con todo el edificio. Sin embargo, al entrar en él, percibió la obvia tensión: los susurros de los colegas cesaron de golpe cuando ella de pronto apareció y todos la miraban.

Aitana se sentía confundida sin saber lo que había ocurrido. Una que tenía buena relación con ella se le acercó y le explicó en detalle en voz baja:

—Aitana, hay una mujer en la oficina del presidente. Se dice que es la nueva asistenta del jefe…

Aitana intuyó al instante lo que había sucedido. Se dirigió apresurada hacia la oficina de Enzo, abrió la puerta y entró directamente.

La oficina de Enzo era amplia. El sol entró por la ventana panorámica, iluminando las figuras de la pareja que estaban detrás del escritorio: Rocío se sentó en la silla, escribiendo algo en el laptop que tenía frente a ella; apoyado en la silla, Enzo se paró detrás de ella con una mano señalando el centro de la pantalla, mientras le explicaba algo con paciencia.

Al ver a Aitana, Enzo simplemente le preguntó:

—¿Y la sopa?

Aitana se les acercó y colocó la lonchera en el escritorio.

El hombre hizo mala cara:

—¿No la cocinaste tú misma?

—No tuve tiempo —Aitana le respondió.

—Prepárala de nuevo mañana —ordenó Enzo mientras abría la lonchera y la colocaba frente a Rocío, diciéndole—: Come algo. Sentirás mejor en el estómago.

Rocío le sonrió agradecida:

—Muchas gracias, señor Castro.

Enzo le preguntó perplejo:

—¿Por qué de repente me llamaste así?

—Estamos en la oficina. Debo prestar más atención a nuestra relación —se sonrojó Rocío—. Soy tu asistenta ahora…

—Como tú quieras.

Los dos conversaban como si Aitana no estuviera presente.

Rocío empezó a comer, pero, poco después, levantó la cabeza y le dirigió una mirada algo miedosa a Aitana. Enzo la entendió de inmediato y le ordenó a Aitana:

—Aitana, ya puedes salir. La estás haciendo sentir incómoda.

Aitana tampoco quería quedarse aquí viendo a estas personas que le causaban molestias, así que se dio la vuelta y se fue. Al salir de la oficina, se encontró con Javier Riviera en la puerta, quien salió del ascensor despreocupado. Era un amigo de Enzo desde la infancia. Como su hermano se encargaba de gestionar los negocios familiares, era un joven adinerado sin preocupaciones. Al tener tiempo libre, solía venir a buscar a Enzo. Saludó a Aitana con cierta vergüenza:

—Señora Cas… Ah, Aitana, buenos días.

Los mejores amigos de Enzo también eran muy cercanos a Aitana. Sabiendo la relación de los dos, siempre bromeaban llamándola "señora Castro". Como Enzo no lo había negado, todos creían que ella sería definitivamente la futura señora Castro. A Javier le encantaba muchísimo esta manera de llamarla y la usaba todo el tiempo. Sin embargo, esta era la primera vez que la llamó con su nombre.

Aitana se detuvo y lo miró fijamente. Su mirada hizo que Javier se pusiera nervioso.

—Pues… Voy a buscar a Enzo…

Dicho esto, escapó avergonzado.

Aitana no dijo nada más y regresó a su propio asiento. Mirando aturdida la pantalla de la computadora, se distrajo un poco.

Había conocido a Enzo hace diecinueve años. Había sido su amiga desde pequeña, ahora era su asistenta personal, era también su futura esposa en la opinión de sus amigos. Todos sabían muy bien que a ella le gustaba tanto Enzo y lo amaba profundamente, incluso más que a ella misma.

En realidad, ella pensaba que él también la había amado. Durante todos estos años, él había tenido varios rumores de supuestas novias, pero ninguna de ellas se había quedado a su lado más de tres días. Cada vez que aparecían los rumores, vendría a explicárselo:

—No es una relación cierta. Las mujeres son útiles, si no, nunca dedicaría mi tiempo en ellas. Aitana, eres diferente para mí.

Sin embargo, esta vez, Rocío se había quedado con él más de dos meses, pero Enzo no le había dado ninguna explicación al respecto.

Pensando, Aitana no pudo evitar apretar los puños.

Ella había crecido bajo el amparo de otros y había formado un carácter sensible y reservado en las relaciones. Cada vez que enfrentaba los problemas, preferiría mejor esperar un resultado natural. Pero, esta vez, no quería esperar más. Se levantó decidida y entró en la oficina del presidente de nuevo.

Enzo y Javier estaban charlando animados con sonrisas relajadas en la cara, mientras Rocío los miraba alegre. La aparición de Aitana los interrumpió enseguida.

Descontento, Enzo habló:

—No te llamé. ¿Por qué entraste?

Aitana cerró la puerta de un portazo y le dijo furiosa:

—Señor Castro, como su asistenta personal, debo recordarle que Rocío no tiene ni la experiencia, ni el suficiente nivel de educación para ser calificada de asumir el cargo. Creo que ha tomado una decisión inapropiada.

Rocío se puso de pie bruscamente con cara nerviosa y sus ojos se humedecieron de inmediato:

—Aitana, sé que aún no estoy preparada para el cargo, pero voy a aprenderlo poco a poco…

—¡Pero tampoco eres calificada para comentar sobre mis decisiones! —Enzo explotó enseguida—: Ella es mi novia. No solo está calificada para ser mi asistenta personal, ¡también la es para ser la futura señora Castro!

Aitana sintió como si hubiera recibido un fuerte golpe en el corazón. ¿Dijo que Rocío era su novia? ¿Qué era calificada para ser la señora Castro? Entonces, ¿qué significaba ella para él?

Su mente ya estaba hecha un completo lío, pero de repente se le ocurrió algo: durante estos años, cuando sus amigos la llamaban "señora Castro", aunque Enzo nunca lo había negado, nunca había admitido que ella era en realidad su novia.

Aitana se sorprendió por qué nunca se había dado cuenta de eso antes. Pero, después del repentino ataque de tristeza, ella por fin logró entender las dudas que tenía en el pasado.

—Entonces, les doy las mejores bendiciones. Infórmame cuando celebren la boda.

Aitana les dejó la última frase con cierto sarcasmo y se dio enfurecida la vuelta, dispuesta a abandonar la oficina.

Javier se quedó de pie a un lado, desconcertado:

—No, Aitana, ¿estás bien…?

Aitana no le hizo caso y se fue. En el instante que se cerró la puerta, oyó la voz preocupada de Javier:

—Enzo, Aitana definitivamente se enfadó… ¡Ve a traerla de vuelta!

—Déjala que se vaya. Es solo mi perra sumisa. No necesito hacer nada. Regresará a mi lado automáticamente en unos días.

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