Capituló 58

Salgo decidida de mi departamento, me arrastro hasta la puerta de Adrien y empiezo a golpear desenfrenadamente.

—¡Maldita sea, Adrien, abre la puerta! ¡Dame la cara, hombre!

Sigo golpeando con una mano mientras me apoyo en la muleta con la otra.

Finalmente, la puerta se abre y mis ojos se encuentran con los de Adrien, que está sin camisa. La ira crece dentro de mí y, con toda la fuerza que puedo reunir, le doy un golpe en la cara. Aunque mueve la cabeza, vuelve a mirarme.

—Hola, señorita Rossi.

—¿Ahora sí soy señorita Rossi?

—¿Qué quieres, Eileen?

—Ah, ahora me hablas así. Pero está bien, aquí tienes tu estúpida invitación —hago una bola con el papel y se la arrojo a la cara—. Puedes meterte tu invitación por el trasero.

—¿Solo viniste a eso? Puedes irte.

—Eres un pobre tipo. Fui tan estúpida al hacerte caso. Pero dime, ¿por qué lo hiciste?

Las lágrimas empiezan a bajar por mis mejillas y trato de tranquilizarme para no mostrarle debilidad.

—¿Por qué?

—¿No lo ves? Solo era
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