P.O.V. Adrien
Mis manos sudaban por los nervios de enfrentar a los padres de Eileen, pero también sentía una inmensa felicidad. Eileen colocó su mano en mi brazo y caminamos juntos hasta llegar a la amplia sala de la casa de sus padres.
La madre de Eileen estaba sentada en el sofá junto a la chimenea, mientras que su padre estaba de pie junto a la ventana. Ambos nos observaron al entrar.
—Hija, por favor ven —dijo su madre. Eileen se apartó de mí y se acercó a ella.
—Buenos días, señor Giordano —saludó el señor Rossi.
—Buenos días, señor Rossi —respondí.
—¿Podría hablar con usted en privado? —preguntó.
—Claro que sí, señor.
—Entonces, sígame.
El señor Rossi se adelantó y yo lo seguí. Caminamos por un pasillo hasta que él abrió una puerta y entró. Lo seguí al despacho, y él cerró la puerta tras de sí, tomando asiento en su silla junto al escritorio.
—Tome asiento, señor Giordano —dijo.
Me senté en una silla frente a él.
—Primero que nada, gracias por darle toda