Siento un fuerte olor a alcohol y abro los ojos para encontrar a Casandra aplicándome un algodón en la nariz.
—Eileen, ¿estás bien? —pregunta con preocupación.
—¿Qué me pasó? —mi voz sale temblorosa.
—No lo sé, te desmayaste al ver la carta.
Recuerdo lo sucedido y me levanto con cuidado, sentándome en el sillón.
Tomo la carta que ha caído al suelo y empiezo a leer:
“Usted está cordialmente invitado a la boda del señor Adrien Giordano y la señorita Citlali Brown.
La ceremonia se llevará a cabo el día viernes en la capilla principal de Mónaco. Después de la ceremonia, los invitamos a una comida en la casa de la familia Giordano con todos los familiares más cercanos.
Esperamos su asistencia.”
Dejo caer la invitación al suelo mientras las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.
—Ahora entiendo por qué no vino a verme —digo, con la voz quebrada.
—Quizás sea un error, Eileen —intenta consolarme Casandra.
—No hay ningún error, Casandra. ¿No lo escuchaste? Se va a