La Decisión
La terraza estaba bañada por la tibia luz de las lámparas, el aroma del café recién servido mezclándose con el jazmín que trepaba por los muros del ala este. Serena sostenía la taza entre las manos, respirando con calma, intentando permitirse ese instante de paz. Dante, recostado en la baranda con la elegancia relajada de quien siempre vigila, la observaba con discreción, mientras Rafaele hablaba de los proyectos de los becados con un entusiasmo contagioso. Theo se había excusado un momento, desapareciendo hacia la cocina por los bollos que tanto le gustaban.
De pronto, un sonido seco y persistente quebró la armonía: el celular de Serena vibraba contra la mesa. Una y otra vez, insistente, como un golpe en la puerta que no cesa.
Serena parpadeó y su rostro se contrajo de