“Chirrido…”
Sofía escuchó claramente cómo se abría la puerta. Pronto, el rostro astuto y despreciable de Héctor apareció frente a ella.
—A ver a ver. El señor Rivera de verdad que no sabe disfrutar. Tener semejante bombón a la mano y preferir a esa estatua sin gracia de Mariana... Si fuera yo, ni loco me perdería esta oportunidad. En vez de humillarte delante de todos, yo te adoraría —dijo mientras se frotaba las manos y se acercaba con ansias.
Sofía reprimió el asco que le revolvía el estómago. En su mente, ya estaba planeando cómo escapar.
Este lugar no parecía un hotel convencional, pero el lujo de las instalaciones dejaba claro que era un sitio exclusivo para que estos jóvenes ricos se “divirtieran”.
En un lugar así, la seguridad debía ser extrema.
Escapar... era casi imposible.
—Héctor, si te atreves a tocarme…
—¿Y si lo hago qué? —Héctor le rozó la mejilla con los dedos. Esa piel tan suave lo volvía loco—. Ya no eres nadie para el señor Rivera. ¿Sabes? Hasta confirmé con él… ¡me