Sofía no sabía qué estaba jugando Mateo.
Desde que lo conoció, descubrió que ese tipo era más oscuro y reservado de lo que aparentaba.
A ella no le interesaban mucho las “recompensas” que prometía, pero sí que tenía curiosidad de cómo había aparecido justo en el momento preciso.
Pensando en eso, Sofía se acercó a él, lo olfateó levemente y dijo:
—Hueles bastante a alcohol... ¿No me digas que vienes directo de una borrachera?
Mateo asintió con la cabeza, indicando que siguiera con sus suposiciones.
Sofía frunció el ceño.
—Para que llegaras tan a tiempo, debiste estar haciendo negocios aquí en el Club también.
—Error —respondió Mateo, levantando una mano frente a ella y agitándola—. Fallaste. No hay regalo.
—Tú...
Antes de que terminara de hablar, Mateo empujó la puerta de uno de los privados a un lado.
Dentro, se encontraban varios profesores y maestros de la Universidad de Finanzas, cantando viejos clásicos a todo pulmón.
La escena dejó a Sofía completamente pasmada.
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