Capítulo 386
—Suéltame.

La mirada de Alejandro era fría como el acero.

Ese desdén en sus ojos dejó a Mariana paralizada.

Y cuando lo vio disponerse a marcharse, corrió tras él de inmediato:

—Está bien, que no me quieras no importa, pero lo de la graduación lo tienes que arreglar por mí.

Las cejas de Alejandro se fruncieron con dureza.

—No puedo ser expulsada —insistió Mariana con voz terca—. Tú le prometiste a Felipe que siempre me protegerías. Si me expulsan, cualquiera podrá humillarme. Alejandro, crecimos juntos, aunque no quieras reconocer lo nuestro de infancia, al menos cumple tu promesa hacia él.

Se plantó frente a él, obstinada, obligándolo a escucharla.

Aunque ya sabía que no la amaba, estaba convencida de que tenía que sacarla de ese lío.

No podía convertirse en la burla de toda Ciudad Brava.

Alejandro la miraba como si tuviera frente a sí a una completa desconocida. 、

No dijo nada. Simplemente se apartó y siguió su camino.

—¡Alejandro Rivera! ¡Le prometiste a Felipe que me cuidarías s
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