—Señor Rivera, no entiendo lo que quiere decir con esas palabras.
—¿Por qué tenías que hacerle esto a Mariana? ¿Por qué llevar las cosas hasta el extremo?
Ante el reproche de Alejandro, Sofía respondió con calma:
—Alejandro, ¿no crees que tu parcialidad ya es demasiado evidente? ¿Acaso tu Mariana no fue despiadada conmigo? Ella destrozó mi examen, me dejó con un cero y me quiso impedir graduarme. Yo solo la denuncié como corresponde. ¿También eso me lo vas a prohibir?
—Tú…
—Por la manera en que hablas, parece que ya sabías lo que Mariana me había hecho, ¿verdad? Y aun así no lo detuviste, sino que vienes aquí a culparme. Yo pensaba que de verdad eras justo e imparcial, pero resulta que también eliges de qué lado estar.
Sofía ya lo había comprendido: siempre que se tratara de Mariana, Alejandro la defendería sin titubear, sin importar lo que hubiera hecho.
—Pero ya es tarde —añadió ella, con frialdad—. Llegaste demasiado tarde y esto ya no tiene marcha atrás. Si de veras no soportas que