—¡Dios mío! Esa Mariana, aunque Rivera la proteja, ¡qué valor tan desmedido el suyo! Ser presidenta del consejo estudiantil y atreverse a modificar en secreto su propio examen de graduación… eso es gravísimo. En la Universidad de Finanzas no debe de haber ocurrido algo así en cien años —dijo Luna, incrédula ante la magnitud del escándalo.
No podía imaginar qué castigo le caería a Mariana si todo salía a la luz.
¿La expulsión?
Eso sería hasta lo más leve. Lo más probable es que la universidad entera la vetara. Nadie querría cargar con una estudiante marcada por semejante infamia.
—Entonces, ¿cómo vamos a atraparla? —Luna frunció el ceño—. Hoy es la última prueba y las preguntas son más difíciles que ayer. Estoy segura de que muchos no podrán contestar. ¿Y si Mariana teme reprobar, repite la jugada y se mete a la oficina a cambiar el examen? ¿No deberíamos vigilar y agarrarla con las manos en la masa?
Sofía Valdés negó con la cabeza.
—Esto es demasiado grande para que Mariana lo haga sol