Cuando Sofía vio en la página oficial que su calificación rozaba el puntaje perfecto, se incorporó en la cama con una alegría desbordada.
Al poco rato, Luna le mandó por celular la foto del listado que habían pegado en el tablero de la facultad.
Sofía aparecía en segundo lugar.
La primera era Mariana.
Y Mariana casi había sacado un cien.
Ese resultado, incluso en los últimos años de la Universidad de Finanzas, era de los más altos. Más aún considerando que en esta ocasión el examen había sido especialmente difícil.
En el interior de Sofía se afirmaba una certeza: Mariana había hecho trampa.
—¡Sofi, eres un genio! —rió Luna por el teléfono—. ¡Quién diría! La línea de aprobación bajó treinta puntos. Con eso un montón de gente ya puede graduarse.
Al fin y al cabo, se trataba de un examen de egreso. Los directivos podían poner preguntas complicadas, pero no estaba prohibido bajar la nota de aprobación.
Y en una escuela llena de hijos de empresarios, tampoco era cosa de dejar a medio mundo