El secretario Javier había estado escondido todo el tiempo en la salida de emergencia. Solo cuando vio que Sofía entraba al departamento se atrevió a salir. Caminó hasta Alejandro y preguntó con cautela:
—Señor Rivera, la señorita…
Antes de que terminara la frase, Alejandro descargó toda su furia sobre él:
—¿Un cambio de residencia tan importante y no fuiste capaz de informarme?
—Yo…
El secretario Javier tragó en seco.
Tenía las palabras atoradas en la garganta.
¿No había sido el propio Rivera quien le había ordenado no reportarle nada relacionado con Sofía?
Pero frente a su jefe enfurecido, solo pudo agachar la cabeza y admitir:
—Señor Rivera, fue mi error. Lo reconozco.
—Si vuelves a cometer un descuido así, no hace falta que regreses a la oficina.
—…Entendido.
El secretario inclinó la cabeza aún más.
—Pero, señor Rivera, usted pidió al rector que cambiara todas las preguntas del examen de mañana. ¿Y si la señorita Valdés no logra graduarse?
—Será su merecido. Ella buscó atajos, que