Sofía sabía que, con la capacidad de Alejandro, tarde o temprano investigaría sus antecedentes.
Si no tomaba la iniciativa y lograba el control, una sola pista en manos de Alejandro pondría en riesgo no solo a ella, sino también a la empresa W.
Con esa idea clavándosele en la cabeza, respondió con dificultad:
—Haré lo posible.
—No es lo posible, es lo necesario. —Mateo le dio una palmada en el hombro—. Todo se decide aquí. Piénsalo bien.
—Lo sé, no dejaré que descubra nada.
Mateo soltó un leve “ajá”, indiferente.
Mientras Sofía seguía mirando su oficina recién amueblada, él dijo de pronto:
—Por cierto.
—¿Ahora qué? —preguntó ella, desconcertada.
Ese día Mateo estaba extraño, como si se guardara demasiadas cosas.
—Hoy en la universidad escuché algo bastante curioso. ¿Quieres saberlo?
—…No.
Aunque no lo dijera, Sofía intuía que tenía que ver con ella. Tal vez incluso con Alejandro y con Lola.
—Qué lástima —dijo Mateo fingiendo pesar—. Iba a contarte cómo tu ambiciosa prima se la pasa ins