Por la tarde, en la Universidad de Finanzas.
—¿Lola, de veras te vas a mudar a la casa de los Rivera?
—¿No estarás bromeando? Hablamos de la familia Rivera.
En menos de tres días, Lola se había convertido en el centro de atención de la clase.
El motivo era sencillo: unos días antes, el chofer de los Rivera la había recogido en un auto de lujo, y la noticia había corrido como pólvora por toda la escuela.
Pero ella, como protagonista del rumor, aún no había dado ninguna respuesta clara.
Lola se sonrojó un poco:
—Ya no me pregunten… Le prometí a la señora Rivera que no diría nada fuera de casa.
Al escucharla mencionar a la señora Rivera, los ojos de varios se iluminaron.
—¿La señora Rivera? ¿La abuela de Alejandro?
—¡No manches, Lola! ¿Será que te vas a convertir en la futura señora de los Rivera?
En esa clase nadie había tenido nunca la oportunidad de acercarse a una figura como Alejandro Rivera.
Las mejillas de Lola se encendieron aún más.
—De verdad, no puedo decir nada.
Esa reacción f