—¡Alejandro, felicidades! Al quedarte con este terreno en Costa Dorada, va a ganar una fortuna.
Mariana, a su lado, sonreía sin notar que la expresión de Alejandro se tornaba cada vez más sombría.
Frente a ellos, Sofía no ocultaba la sonrisa en sus labios mientras chocaba su copa de champán con Mateo.
Aquella escena le resultó sumamente irritante a Alejandro.
—Señor Rivera, ¿qué hacemos ahora…?
Javier, su asistente, no podía creer que Mateo Ruiz se hubiera retirado de la puja.
Hace apenas unos días, Ruiz estaba decidido a quedarse con ese terreno.
¿Por qué de pronto se echó atrás?
—¿Qué haremos? ¿Qué más podemos hacer?
No había opción. La empresa Rivera tendría que tragarse este trago amargo.
Alejandro se puso de pie. Su rostro estaba completamente serio, sin rastro de la más mínima sonrisa. Una nube oscura parecía cubrir su expresión.
Algo no cuadraba.
Y estaba seguro de que esa mujer, Sofía Valdés, tenía algo que ver.
—¡Alejandro!
Mariana intentó seguirlo, aferrándose a su brazo en u