—Fue el doctor Rivas —aclaró el secretario Javier—. Es uno de los especialistas del equipo médico, y parece que con la señorita Sofía se llevó como si se conocieran de toda la vida.
—¿Como si se conocieran de toda la vida? —Alejandro repitió el término con desagrado.
¿De toda la vida… o más bien fue atracción a primera vista?
A su lado, el secretario Javier no pudo evitar recordarle:
—Señor, usted mismo dijo que no quería volver a escuchar noticias de la señorita Valdés.
—¿Y quién dijo que quiero escucharlas? —replicó Alejandro con frialdad—. Solo me preocupa que, si le pasa algo mientras todavía está bajo mi responsabilidad, termine echándome la culpa a mí.
Su tono era cortante, como si de verdad no quisiera tener nada que ver con Sofía. El secretario asintió sin añadir palabra.
Toc, toc.
La puerta de la oficina resonó con unos golpes suaves.
Javier fue a abrir y apareció en el umbral Lola Hernández, con un vestido de rayas blancas y negras.
Se quedó dudando, sin animarse a entrar.